Hablar de Los gozos y las sombras es viajar a la memoria grata de Charo López llenando, ella sola más de una memoria, el espacio entero, fuerza y vida, pasión, deseo. Mucho después me diría que había dejado de ser aquel sexsímbol que fue (y yo le dije que no, que a la vista estaba, radiante y rotunda). Y viajar a la memoria de Gonzalo Torrente Ballester. Pocas veces he disfrutado tanto con dos novelas, tan distintas las dos y tan suyas, como La saga-fuga de J.B. y Don Juan. Con La saga-fuga..., placer -intenso- de leer, humor, vida, ensueño, evocación, magia y realismo.
Pero si hoy me viene ese título al presente es porque hay pocos gozos sin sombras, o puede que ninguno, que quizás sea la sombra su compañera fidelísima. Tanto, que sin ella no se entienda tal vez la esencia del gozo.
Acaso porque, si no, seríamos en verdad como dioses. Y sería, así, infinita la soberbia del hombre, y su poder infinito. Puro gozo.
El mejor, justo el que sigue a la sombra pura, el que restalla luminoso y enciende, apagándola hasta desvanecerla, la sombra sin nombre. Nunca fue ese gozo dicho de mejor manera que como lo dejó dicho Ángel González:
'y la sonrisa tuya es más que tu sonrisa:
amanece sin sombras la alegría del mundo'.
Pero la sombra llega apenas sin nombrarla cuando llega la noticia de que ha muerto P., el amigo irónico y aparentemente feliz, un amago de sonrisa perenne a quien lo quisiera ver. Su casa fue, inmigrante temprano, la única cueva en la que he dormido, excavada en la tierra de un desmonte en Entrevías, bien encalada, cocina y cuarto y alcoba, húmeda y limpia, siempre tenue la bombilla siempre encendida. Pedro y A., su mujer, y dos hijas, y Olvido con ellos. A menudo me he preguntado el porqué de esos visillos, ese papel inmaculado en la repisa.
Ni gozo ni sombra. Un acierto, y coherencia. Zapatero confirma que no se presentará como candidato, una decisión anunciada.
Por cierto: a mi no me ha fallado.
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