viernes, 29 de diciembre de 2023

iniquidades

Decidme dolor y os diré Gaza
y unos ojos inocentes
que miran aturdidos al vacío
perdida ya su luz y ciegos
ajenos al sol y al mar
y a la esperanza.
Decidme paz y digo Palestina
y unos niños que sueñan con fusiles
en el corro de muertos insepultos
recién llamados al martirio.


Decid feliz y próspero año nuevo
y os diré
la palabra más salaz
que mi lengua haya inventado.
Más de veinte mil dicen que son
-más otros cuantos miles yaciendo

entre escombros su infortunio-
los muertos a fuego sangre y rabia
y a dentelladas homicidas
de la bestia sorda y ciega
y asesina
insaciable y voraz su sed y su deseo.


Venganza y talión, pueblo elegido
amnesia y borrón, nación de errantes
holocausto sin pecados crematorios.
Perdón decís, y condena digo
y maldición
y aguardo un solo justo -uno tan solo
para celebrar la anunciación

de más días hermosos.


lunes, 2 de octubre de 2023

memorias

 Mis primeros recuerdos

se guardan en el patio de mi casa:

una hiedra,

la parra que mi padre plantó,

tres gatos…


Y de noche,

contar las estrellas.



viernes, 29 de septiembre de 2023

de gustos

A ti

te gustaría olvidar

y a mí

cogerte de la mano y caminar

 

tal vez besarte

 

o al menos intentarlo

de notar en tus ojos el si quieres

de otros tiempos

 

no sé

te lo confieso

si podré cruzar alguna vez

el rio que adormece los recuerdos

aquel que borra toda dicha

 

si podré alcanzar la orilla donde no estén ya

tus manos

 

a mí me gustaría

sentir en mi cara la lluvia nuevamente

y a ti

cancelar definitivamente el tiempo

 

ajena ya del todo nuestra común memoria

soberano solo en tu corazón

tu personal dictado

 

sea


de gustos

y aun de colores

ya se sabe

está casi todo escrito.


(GM Blanco, en Memorias)


martes, 26 de septiembre de 2023

GN

Mientras el aspirante Feijóo declama su oración fúnebre por una España siempre pronta a romperse si  las derechas no mandan en ella, veo en directo los preparativos del funeral laico y el último paseo por Roma de un napolitano casi centenario, comunista y reformista y dos veces presidente de la República de Italia, antifascista y resistente, hombre de honor y dignidad al que ahora rinden los honores de despedida en el Parlamento donde entró por primera vez en 1953, el año en que estaba yo naciendo.

Y lloro ¡qué le vamos a hacer! con mis amigos italianos, i miei compagni, que lo respetan y aun lo quieren. Solemne su entrada a Montecitorio, il Congresso dei deputati, hoy catedral del laicismo a la italiana, donde incluso un cardenal pronunciará una homilía laica y cívica. Ayer fue el mismo Papa Francisco quien presentó personalmente sus respetos en el aula del Palazzo Madama, sede del Senado, ante el féretro de Giorgio Napolitano. Un hecho insólito, y elocuente.

Dos Congresos hoy tan distintos, el de mi España y el italiano, las máximas representaciones políticas de mis dos patrias afectivas. En uno, las derechas que hoy se saben de antemano derrotadas, aunque no vencidas, por la mayoría de representantes de la soberanía nacional. En otro, las derechas en mayoría y la más extrema al frente del Consejo de ministros de un Gobierno de coalición con los independistas de allí -y los neosoberanistas- dentro.

Y la memoria me lleva a otro congreso, aquel del PCE donde Julio Anguita fue elegido secretario general, febrero de 1988. Algo tuve que decir -lo sé, pero no voy a traerlo ahora aquí- para que Napolitano y Pietro Ingrao, otra figura inolvidable del comunismo democrático, que encabezaban la delegación del Pci (aquel Partido que se disputaba con la Democrazia cristiana un puesto en la eternidad), me buscaran para felicitarme, mostrar su acuerdo con las posiciones que por aquel entonces defendí… y ofrecerme una estancia en la escuela de formación de cuadros del partido italiano. A la que no asistí, todo sea dicho.

Si dijera que no me sentí halagado os mentiría. Pero es igualmente cierto que lo que más me sorprendió fue la modestia y la amabilidad de aquellos dos gigantes del eurocomunismo y de la política y el parlamentarismo italianos conversando conmigo. Con un nadie.

El mismo nadie que hoy se emociona y se conmueve con la emoción de Sofía, la nieta de Giorgio, que  recuerda en sus palabras cómo su abuelo daba la mayor de las importancias al valor de la amistad y el combate por los ideales. Con Anna Finocchiaro, que no puede reprimir sus lágrimas evocando la memoria de su amigo Napolitano. 

lunes, 11 de septiembre de 2023

50 años/44 balazos

Pero en la memoria no solo habita aquello que ocurrió en el pasado. En el origen improbable de una biografía, en la labor incansable de un juez, en la persistencia de una familia, en el llanto de un amigo que no quiere olvidar, en la rabia, en la impotencia, en el fondo de la herida de Chile, hay, también, un gesto desesperado hacia el futuro. Y este medio siglo nos recuerda la urgencia de volverlo a disputar.

Alia Trabucco Zerán, Cincuenta veces once, EL PAÍS, 10/09/2023

 

Dice nuestra escritora que Chile no está solo en esta historia. Es la de España, la de Argentina, la de Uruguay, la de Brasil. Pero cómo duele medio siglo en este Chile malherido. Y sí, a mi me duele Chile tanto como me duele España, si es que se puede seguir diciendo así, y que el dictador de aquí, como el de allí, acabara muriendo en su cama sin que la justicia se hiciera. No. No ha triunfado la justicia ni en Chile ni en España, y es difícil llamar justicia a la que tarda cincuenta años ¡cincuenta! en hacerse. Por eso las hijas de Víctor Jara -te recuerdo, Amanda- no acaban de sentirla por más que hace tan solo unos días se haya condenado por fin a los asesinos de su padre.

Fueron 44 balazos los que se incrustaron en el cuerpo torturado del cantante del pueblo. Cuarentaycuatro. La saña y el odio. Recientes todavía cuando en una noche de septiembre un año después en Copenhague -anochece allí a las cuatro de la tarde- cuatro jóvenes españoles pudimos ofrecer nuestras condolencias y nuestro pésame a dos mujeres, dos viudas, dos resistentes de la dignidad herida de Chile: Joan Jara y Hortensia Bussi de Allende. Con ellas, las hijas de Joan y Víctor, y Amanda, a la que prometí que, de tener un día una hija, la mía llevaría su nombre. Y así fue, y la llamamos Amanda Libertad, que nació en el 76, la democracia apenas si recuperada en nuestra España, y que después nos dejó en prenda su sonrisa ancha. 

Es medio siglo. Son cincuenta años ya los que se cumplen de aquel acto de ignominia, de sangre y fuego, que aún hoy se niegan muchos a condenar como el golpe de Estado que fue. Allí en Chile, como aquí en España. Medio siglo de las muertes de Allende, de Neruda, de Jara, de la democracia y las libertades. De aquella portada toda en negro de Triunfo. De aquel día en que empezamos a llevar a Chile en el corazón y a tener por hermanos a todos los chilenos.

Aquel 11 de septiembre de 1973 vimos, sentados a la mesa, hora de la comida, los aviones de guerra bombardear La Moneda. El televisor, en blanco y negro. Y así han sido desde entonces en mi memoria las imágenes de ese día. ¡Qué hijos de puta!, no me pude contener. Y en aquella sucesión de emociones mis hermanos y yo declaramos nuestra militancia clandestina en el Partido Comunista y en la UJCE mientras mi madre lloraba, más de miedo, creo, que de alegría. Yo, el mayor, estaba por cumplir los veinte años.

He estado después en Santiago. Y en Valparaíso y La Isla Negra. He llorado en aquella hermosa plaza liberada, sí, por todos los ausentes, y ante la tumba alegre y colorida de Violeta Parra. Y he paseado por La Alameda, que volvió a abrirse para todos nosotros, y compartido sueños y saberes con maestros y profesores de allí.

Mi recuerdo está hoy en Juanito, el padre de Marcela, y en la dignidad humilde que vi en sus ojos el día en que la fortuna me agració con su afecto.


sábado, 1 de julio de 2023

once

 En el afán irrefrenable de nombrar 

se entregan 

a llamar primera ola

a estos días de calor e incertidumbre

los primeros

de un verano que no es ya

el mismo de todos los veranos.

 

Once años se cumplen hoy de aquel

que selló para siempre nuestros labios

alterando nuestro tiempo sin remedio:

el pasado desde entonces un presente

continuo

sin tregua y sin excusas.

 

Y empezaste a vivir tu nueva vida

    mi bien     

        mi amor

mi dulce niña

cada día intensamente en el recuerdo

        retorno del corazón 

hasta borrar por completo

cualquier otro calendario.

jueves, 22 de junio de 2023

el voto y la hojarasca

Para los adelantados (léase Díaz Ayuso & Cía) de la ‘guerra cultural’ de las derechas extremas -la diferencia está hoy en la posición del adjetivo- la inteligencia ‘suele ser un lastre’ y hasta un límite (Guillem Martínez, CTXT, dixit). Es simple y barata esa guerra, que poco -o nada- tiene de cultura.

Y su lenguaje, poco original -¿trabajar? ¡hasta ahí podíamos llegar!- y prestado de la internacional que tiene a Trump como tótem, es el ropaje y el telón con el que envuelven y tratan de camuflar el verdadero objetivo y los reales intereses que acomunan a PP y VOX. Esos ‘de toda la vida’ de los que ahora hace bandera una dirigencia del PP que se ha despojado de su marchamo de liberalismo y moderación. Por innecesario: ‘ya no hace falta’, les he oído decir.

Su ‘programa’: 1) beneficios empresariales (y societarios, y personales) que quieren incontrolados y ‘libres de impuestos’, 2) desregulación y menos controles, que vienen de Europa los millones que otros consiguieron, 3) respuesta dócil a la codicia de petroleras y energéticas (de paso, a lo más atrasado de la industria del automóvil) y de las ‘empresas’ de abastecimiento y  distribución con beneficios abusivos directamente ligados a la inflación en los precios de los alimentos, 4) privatización y adelgazamiento del Estado vía reducción selectiva de impuestos (que los muy ricos con una riqueza media de más de 19 millones de euros tributen ¡al 0,03%! se les hace excesivo), 5) imposición -que no protección- de la maternidad ante el creciente ciclo migratorio y la amenaza de la ‘sustitución étnica’ -algo más bien nuevo, pero proclamado alto y claro por el número dos de la Meloni presidenta del consejo de ministros de Italia-, 6) aprovechar el nuevo ciclo de rearme… y la vuelta al viejo complejo militar-industrial con la ayuda del ‘amigo’ Putin, y 7) desterrar los derechos de ciudadanía contrarios a la imagen añosa de una pretendida patria de gónada e hisopo, y configurar de nuevo una antiEspaña a su medida.

De ahí que ni violencia machista ni cambio climático, ni más libertades que su libertad de terrazas y contaminación. Los salarios controlados, para evitar que haya quienes ya no quieran seguir siendo másqueexplotados, y el trabajo barato, que el salario mínimo digno es cosa de cuatro rojos que ni son gente de bien ni siquiera están entre las de la España que madruga. Aunque entre esas que madrugan de verdad han descubierto unas bolsas de abstención, cuando no de adhesión, que les vienen que ni pintadas para sus propósitos. Y a mantenerlas se disponen con diligencia.

De la salud y la educación, de vuelta a la privada cuanto se pueda en ambos casos, que allí no adoctrinan más de lo necesario y a gusto siempre de la autoridad competente pinparental, ni malgastan en cuidados a los viejos, ya poco productivos y cada vez más exigentes. Iniciativa, siendo privada y, por lo general, de amigos y correligionarios con los que han de corresponder.

Y sigo sosteniendo, a pesar de todo y por ello mismo, que es necesaria en nuestro país otra derecha. Esa que, además de proclamar su confesionalidad, la ejerza: dar de comer al hambriento y posada al peregrino, etc., y el preámbulo entero de la Declaración universal de los derechos humanos. Esa que predique menos la Constitución y de más trigo en sus hechos renovando, es un suponer, cuando toca, los órganos judiciales. 

Quizás sea menester, para que alumbre esa derecha, que esta de hoy pierda las próximas elecciones. Porque lo único que es preciso derogar en España es el cainismo, la corrupción y la mentira. Y el atrasismo en su conjunto.

Mientras, que no nos confunda la hojarasca. Ni los fuegos artificiales.

 

martes, 16 de mayo de 2023

lo común

 ¡Cuánto miedo, de una parte, y cuánto despotismo y mentira, de otra, en aquella advertencia  lapidaria! ‘Haz como yo -dicen que decía el viejo dictador- … y no te metas en política’. Décadas de desprecio de la política por quienes la monopolizaban en su exclusivo beneficio y nos apartaron -siempre por nuestro bien- de los pecados del voto y del partido: con el suyo, único, bastaba.

Y aunque es cierto que puede haber política sin democracia (frágil entonces, postiza, demediada: así en los regímenes autoritarios), verdad es que la política -con sus instituciones, sus reglas, sus contrapesos- es consustancial a la democracia. Polis y demos, ciudad y ciudadanía se han de pensar y han de ir siempre juntos.

Algo preocupante sucede, entonces, cuando un número creciente de ciudadanos desertan de su condición renunciando al ejercicio de su derecho al voto y a la participación. Un dato: en las pasadas elecciones italianas, las que dieron la presidencia del Consejo de ministros a la más extrema de sus  derechas, votó un 63,9% del censo, diez puntos menos que en las anteriores. En las municipales (parciales) de este domingo-lunes, el 59%. Cuatro de cada diez electores han renunciado a su derecho.  

Una desafección -y no solo en Italia- que apunta a una creciente irrelevancia de la política y, en consecuencia, de la democracia, y ante la cual solo hay, a mi juicio, una respuesta: (re)politizar, valga la redundancia, la sociedad y la vida. O, lo que es lo mismo, multiplicar la presencia activa y el poder y la capacidad de decisión de los ciudadanos. Dicho a lo claro: crear más democracia haciendo más robustas y más dignas  sus instituciones, partidos políticos incluidos.

Por el momento, una oportunidad: las municipales y autonómicas del domingo 28. Y un objetivo: traer al primer plano de la política lo que nos es común, esos bienes que calificamos de ‘comunes’ y que se sustraen a la vieja dualidad público/privado y, claro está, a la exclusiva decisión sobre los mismos de nuestros representantes (no porque se la neguemos sino porque no se la delegamos). Esos bienes que lo son de todos y cada uno de nosotros, la ciudadanía. La salud, el agua, la educación, el descanso, el medio ambiente, el paisaje, el saber acumulado, el espacio y las ondas, la cultura, el suelo público, los parques y los bosques… Que nadie, salvo sus titulares -nosotros, la ciudadanía- debería poder enajenar, ni en todo ni en parte, ni ceder ni permutar. O sea, privarnos de ellos privatizándolos.

Y a esa defensa, y a su cuidado, todos estamos convocados. Por nuestra sola condición de ciudadanos, es decir, de políticos, que se afanan en lo común, que es lo colectivo personalmente apropiado. Porque el 28 nos dividiremos votando cada cual según su preferencia, pero al día siguiente seguiremos compartiendo calle, plaza, tienda, centro de salud, cine o bar, pista deportiva, instituto o empresa, y hasta portal de casa. Problemas, y esperanza en su resolución, también satisfacciones. Nos iguala nuestra común condición, y esa bendita  capacidad humana que se llama compartir.

De ahí que me gusten candidatas y candidatos que dejen a un lado el  ‘yo’ para hablar de ‘nosotros’, que se comprometan a trabajar no ‘por’ sino ‘con’ sus (con) ciudadanos. Abiertos a colaborar con esos otros (sus iguales) elegidos en las listas de otros partidos, y al diálogo y la escucha. A no menospreciar los gobiernos compartidos. Y a la consulta ciudadana. Sí, aunque las urnas les hayan dado esa mayoría que dicen absoluta. O por eso mismo.

domingo, 14 de mayo de 2023

concordia

Las campañas electorales, que fueron en su día momentos de esperanza democrática, son hoy el testimonio más elocuente del grado cero -por decir algo más elegante que ‘ramplón’- de inteligencia política de nuestros días.

Dar cuenta de lo hecho con el voto recibido por quien aspira a revalidar encargo, criticar con agudeza lo no (o mal) hecho por quien quiere reemplazar al o a la que manda, detectar necesidades, avanzar (nuevas) propuestas. Dialogar, proponer, ofrecerse a construir. Debatir.

Es todo lo que espero, y es lo que no encuentro, en la campaña (que hasta regusto bélico tiene el nombre), aunque excepciones -contadas- también las hay.

Tenemos lo que nos merecemos, me dicen algunos de mis amigos. Y yo, siempre, me niego a admitirlo. Porque el voto es el único capital universalmente bien repartido, y la inteligencia de cada elector es un bien mayor y, por ello, merecedor del mayor de los respetos.

Puede que sea predicar en el desierto (que os recuerdo que avanza cada día) esto que escribo, pero el otro día le oí decir a un muy importante candidato que hay en España una dosis excesiva de enfrentamiento. Y tiene razón, e hizo bien en señalarlo.

Porque quizás sea lo peor de cuanto nos ocurre como pueblo. Algo empieza a oler a podrido cuando parece que tiene premio atizar el enfrentamiento, azuzar el odio y la inquina y promover el resentimiento hasta el punto de presentar la concordia como atributo de débiles. Cuando el insulto a quien preside el Gobierno es moneda de uso corriente (y si alguna vez ellos llegan a serlo, ¿pedirán el respeto que hoy niegan?), cuando la ignorancia atrevida y faltona es jaleada como si de una excelsa reflexión se tratara (¡ay, si la justicia social no fuera ya de la mano del cristianismo más auténtico!). Cuando agredir -y siempre se empieza con palabras- levanta aplausos. Cuando, en fin, el diálogo va enmudeciendo y avanza la nostalgia por aquella vieja dialéctica ‘de los puños y las pistolas’ de quienes ayer proclamaban que el mejor destino de las urnas era romperlas y hoy medran sembrando rencor, mentira y miedo.

Si la democracia es el arte de convivir, y la política la gestión pacífica de la pluralidad y el conflicto en sociedades complejas, la que hace posible -y deseable- vivir juntos y en paz, hagámosla más fuerte. Como la quisimos antaño.

Si a lo largo de estos días os sentís llamados a construir fraternidad (o sencillamente buena vecindad) y a respetar al discrepante/diferente, decid conmigo que esa (o ese) que lo dice merece vuestra atención. O incluso vuestro voto.

  

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...