Frente al ruido y la furia, la ciudadanía de la razón y la sensatez que
ayer acudió tan firme como serena a parar la involución que se nos
anunciaba. A defender la España de la convivencia y del diálogo entre
diferentes (adversarios quizás, nunca enemigos).
La ciudadanía
movilizada en defensa de derechos que tanto costó conquistar, dispuesta a
que permanezca abierto el horizonte de su ampliación.
Fue la de ayer una muestra de fuerza tranquila, la más contundente de las posibles en democracia.
Con dos tareas inaplazables.
Una, la imprescindible reflexión de las derechas democráticas, que
necesitan líderes que, por respetables, se hagan respetar. Que tengan la
valentía de pedir perdón a la ciudadanía por la corrupción que ha
carcomido las estructuras de su partido, que no a decenas de miles de
militantes y seguidores que han sido y son gente decente.
La otra,
que le atañe a las izquierdas sin dilación, la de no temblar cuando se
trata de frenar la galopante desigualdad social que ha provocado la
crisis y ha acentuado la salida en falso de las políticas puestas en
marcha hasta ahora por las derechas.
La urgencia de romper las
desigualdades entre mujeres y hombres, de dar seguridad y pensiones
justas y dignas a los más mayores, de ofrecer certezas a los jóvenes, de
poner el trabajo (y a los y las trabajadoras) de nuevo en el corazón de
la política, de ensanchar la democracia y trabajar por que el cuidado
del medio haga posible la continuidad de la vida. Que nos permita vivir,
y morir, con dignidad.
Seguridades, confianza y certezas. La mejor
receta para que el fascismo, aunque haya resurgido marchito y rancio, no
consiga hacernos volver a las andadas.
Y, por último, en una España
que no se deja secuestrar por ningún discurso patriotero de los que
tapan la bolsa con la bandera y sofocan los lamentos del dolor con la
estridencia de los himnos.
Tarea para una izquierda prudente y firme. De esas que, a la postre, resultan ser las más revolucionarias.
lunes, 29 de abril de 2019
jueves, 25 de abril de 2019
martes, 23 de abril de 2019
leer
Fortuna
Por
años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No
ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No
desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser
humano y mujer, ni más ni menos.
Ida Vitale*
*
que hoy recibe el Premio Cervantes
domingo, 14 de abril de 2019
mañanita de abril
Hace tiempo
A Nati y Jorge Riechmann
Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar no estaba ya en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.
Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.
Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado.
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.
Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.
Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en un muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.
Francisca Aguirre
Hace tiempo hubo una noche llena de luna un homenaje. Se lo hicieron a él, el marido poeta de voz inolvidable. Aquella noche oí las palabras de amor más hermosas: Félix se las decía allí, delante de todas aquellas autoridades, a Paca. Y para ella fue -lo pensé para mi- el homenaje y la noche y la luna. Hoy, cuando he sabido de su muerte, lo recuerdo.
Y en el recuerdo, un aire republicano. ¡Salud y República, compañera!.
A Nati y Jorge Riechmann
Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar no estaba ya en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.
Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.
Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado.
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.
Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.
Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en un muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.
Francisca Aguirre
Hace tiempo hubo una noche llena de luna un homenaje. Se lo hicieron a él, el marido poeta de voz inolvidable. Aquella noche oí las palabras de amor más hermosas: Félix se las decía allí, delante de todas aquellas autoridades, a Paca. Y para ella fue -lo pensé para mi- el homenaje y la noche y la luna. Hoy, cuando he sabido de su muerte, lo recuerdo.
Y en el recuerdo, un aire republicano. ¡Salud y República, compañera!.
viernes, 5 de abril de 2019
aprilia
Yo
he pasado una vergüenza enorme viendo a los
españoles “demostrar” su españolidad. Porque no se trata, en su
caso, de mostrarla, sino de demostrarla. Es algo terrible. La
ostentación de la “españolez” me provoca náuseas allí donde
la reconozco, ya se trate de un baile regional, de una romería
popular o de un evento deportivo. El otro día, una periodista me
preguntó a bocajarro: “¿Sigue usted odiando a España?”.
Hombre, dicho de esta manera suena como una solemne estupidez.
¿Cómo odiar España así, en abstracto? Odio a España cuando
pienso en los toros o en la fiesta del Rocío.
[…]
Y en ésas estamos. Pintan bastos. Nada contra el hastío. Sólo
cantamañanas y talibanes, piratas y bucaneros, mujeres pirañas y
amigos de alquiler, guiris y guripas, poltronas y prebendas, zombis y
clónicos. Maneras de malvivir. Todo se descompone y estalla en mil
pedazos con facilidad intolerable. Sube la marea de la ambición y la
desmemoria. A este paso, si me voy al infierno, tendré mucha
compañía. La vida hoy es un contrato basura y sólo me quedan estos
escritos corsarios, estas pequeñas radiografías de un agridulce
deterioro, para contarlo sin cortapisas. Especulaciones inciertas y
disidentes sobre la casualidad o el destino.
Quizá
la existencia, el amor y la muerte no sean sino una sucesión de
coincidencias. Quizá sólo cabe dar un portazo al dios dinero o
sumergirse en el chantajismo permanente de la vida fácil. Nobles
prejuicios, dirán los que nunca saben dónde está la diferencia.
Ridículos. Falta coraje y es hora ya de soltar lastre. Que retornen
la pasión y la utopía. Que al fin triunfen el ánimo transgresor,
la sonrisa fresca, la belleza natural y la imaginación portentosa.
Uno, de momento, continúa refugiándose en la escritura íntima y
denunciando lo evidente: ese imparable acoso moral del que somos
víctimas en este inhóspito lugar planetario repleto de individuos
sonámbulos, indolentes, tristes, rancios, golfos, envidiosos,
mediocres y hasta esquizofrénicos. […]
(Raúl
Carlos Maícas, La nieve sobre el agua, Fórcola, 2019)
Esta
misma mañana, en una emisora de radio, intento escuchar lo que se
anunciaba como un debate -finalmente trasmutado en monólogo de
sordos- sobre distintos programas electorales en materia de
economía. Solo saco en claro que a Lacalle, al que llaman ‘gurú
económico’ (¿?) del PP, abomina de la izquierda que solo trae
despilfarro y miseria, y le gusta Raphael. Más en la línea de su
abuelo que de su padre. Eso sí, lo que menos disimula, junto a su
aversión a los impuestos, es su evidente mala educación.
Y
en mis adentros, mientras, voy pensando en el refranero. Dime de
qué presumes…
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