Y allí se dijo el otro día que la poesía es un grito en busca de una boca.
Y más. 'Un día pensé, como Shelley, que los poetas eran los legisladores del mundo. Hoy sabemos que no, que los legisladores son los mercaderes. Tal vez a los poetas les quede la tarea de ser los legisladores de lo invisible. Un día le escuché a Antonio Pereira hablar de Lêdo Ivo y lo que leí me recordó que Gamoneda, otro maestro, dice que la belleza no es un lugar al que van a parar los cobardes. Ahí nació en mí la idea de la belleza vinculada a la justicia. La poesía es el lenguaje de la delicadeza humana. Propone una delicada pero pertinaz resistencia al discurso único.'. Palabra de J.C. Mestre.
Y a Juana Castro, cordobesa y mujer de poesía, le conceden el Premio de la Crítica. Un acierto.
TIEMPO DESPEINADO
El mismo olor a tiempo despeinado.
Las mismas calles, los mismos semáforos,
la farmacia de enfrente, el Café de los poetas
tan solo como el aula que esta tarde me ha hablado
de ti en literatura. Y es idéntico
el inefable tacto de la noche en mis hombros
desnudos al calor del misterio o el verso,
y el modo con que acuden a mis ojos portales,
la memoria de calles con parejas lentísimas,
meses, fechas, andenes, madrugadas, al roce
de azahar de esas noches
que aún me reconocen como suya.
El mismo olor a tiempo despeinado.
Va surgiendo una hilera dorada de farolas
que hace temblar un resto
de oscuridad en tus labios. Y una niña
se deshace en latidos más allá de tus ojos
mientras tú te demoras
destrenzándole
el miedo.
Cuánto silencio
acumulándose
en el espacio breve de una boca a otra boca
hasta fundar el beso. Cuántos años,
para al fin descubrir qué lejos, sí, qué lejos
se hallan siempre dos cuerpos que se aman.
Todo aquello que nunca llegamos a decirnos
en aquella ciudad de otoño,
me habla
con tu acento de cosas perdidas para siempre.
Y desde algún lugar
del desamor acaso, del olvido
de aquello que tal vez me hizo feliz un día
-tus manos o tu piel- me llega ahora
un olor de azahar que me envuelve y que besa
dulcemente mis ojos, mis labios, un momento,
mientras cierro el balcón.
(Inmaculada Mengíbar, de Los días laborables, 1988).
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