miércoles, 30 de octubre de 2019

30 pesos



foto de Susana Hidalgo


'No son 30 pesos, son 30 años' (los mismos que el presidente Piñera lleva sin pagar los impuestos por su casa de verano) Y Chile se echó a las calles. El Ejército -¡ay!- de nuevo frente a/contra su pueblo. Las canciones que vuelven, y Victor Jara defendiendo como entonces el derecho de vivir en paz. Lo suenan mil guitarras y decenas de miles de voces, y allí está Amanda y la vida es eterna, y se sienten un pueblo unido. Son cinco minutos, y ya lo saben de antaño y de siempre: un pueblo que jamás será vencido.
Si entonces fue septiembre, ahora es octubre. El mes en que Chile cambió. Lo dicen, y yo me fio, quienes lo saben y lo cuentan así de sentientes: léanlos, que son belleza y verdad.
Mi corazón sigue allí, prendido frente a La Moneda. Pensando en que habremos de llorar también a los nuevos ausentes.



domingo, 13 de octubre de 2019

poema y valor


     A estas alturas de la vida, prefiero entender el poema como un desencadenante de lo poético y la poesía como una vivencia subjetiva a partir de un estímulo. Que la poesía se dé o no con motivo de un texto en verso se me figura una cuestión de segundo rango. Algo se ha movido dentro de mí con parecida intensidad a la vista de ciertos paisajes, ante un tramo de prosa o una secuencia de película, escuchando música o siendo testigo de un noble gesto moral. Este valor poético es una de las experiencias más positivas al alcance del ser humano. Por eso gusto de llamarlo valor, en el sentido de cosa grata y valiosa. No es verdad que activar lo poético (o encontrarlo y sentirlo, aunque haya que cavar muy hondo hasta dar con la veta) requiera de la alta cultura; sí de una determinada sensibilidad o, si se prefiere, de un paladar educado y predispuesto. Veo difícil que la poesía se encarne en el hombre bruto. Juzgo imposible que se consume en la ruindad.

Fernando Aramburu, de la Nota preliminar a Vetas profundas, Tusquets, 2019

jueves, 10 de octubre de 2019

mandar


     Hay que reconocer que era un hombre fornido, aunque lo afeaba una excesiva barriga. Era una persona segura de sí misma, encantadora, y su jupiterina complexión despertaba confianza y causaba una buena impresión. Esa persona había nacido para mandar. Y no sabía hacer otra cosa. Satisfecho de sí mismo, el presidente dio un breve discurso sobre cómo la vida debía continuar, muchas veces luego de enormes tragedias. Salpicó el discurso de chistecillos y se dirigió permanentemente a nosotras como «nuestras hermosas señoras». Tenía el hábito, bastante generalizado por otra parte, de intercalar a cada momento la palabra «verdad». Yo tenía mi propia teoría al respecto de esas muletillas: todas las personas tienen un vocablo que utilizan en exceso, o de forma inapropiada. Esa palabra es la llave de su pensamiento. Así, teníamos al señor «Aparentemente», al señor «Generalmente», a la señora «Probablemente», al señor «Joder», a la señora «¿O no?», al señor «Como si». El presidente era el señor «Verdad». Existen evidentemente verdaderas modas en el caso de algunas palabras, como las que causan que de repente la gente movida por algún tipo de desvarío empiece a llevar unas ropas o unos zapatos idénticos, de la misma manera, de repente la gente empieza a usar una palabra concreta. Hacía un tiempo se había puesto de moda la palabra «generalmente» y entonces dominaba el «actualmente». El presidente dijo:

     —El fallecido, que Dios lo tenga en su gloria, ¿verdad? —e hizo un gesto como si se santiguara—, era mi amigo, habíamos compartido muchas cosas. Era también un apasionado recolector de setas y con toda seguridad este año se habría unido a nosotros. Era, ¿verdad?, una persona muy íntegra, de amplios horizontes. Daba trabajo a la gente y por eso deberíamos respetar, ¿verdad?, su memoria. El que trabaja no anda tirado en la calle. Murió en misteriosas circunstancias, pero la policía, ¿verdad?, pronto aclarará el asunto. No deberíamos, sin embargo, dejarnos aterrorizar, ¿verdad?, por el miedo, ser víctimas del pánico. La vida se rige por sus propias leyes y no podemos hacer caso omiso de ellas. Valor, queridos amigos, hermosas señoras mías, estoy a favor, ¿verdad?, de poner fin a las habladurías y a la histeria injustificada. Hay que confiar, ¿verdad?, en las autoridades y vivir de acuerdo con nuestros valores —dijo aquello como si se estuviera preparando para unas elecciones.
   Tras aquella alocución, abandonó el encuentro. Todos estaban entusiasmados. Yo no podía dejar de pensar que quien abusa de la palabra «verdad» miente.




Olga Tokarczuk*, en Sobre los huesos de los muertos, Siruela, 2016
traducción de Abel Murcia
*premiada hoy con el Nobel de literatura

miércoles, 9 de octubre de 2019

olor de octubre

VI. LIMPIARTE LAS PEZUÑAS ES AQUÍ UNA DANZA EN HONOR DE LA UVA QUE A LO LARGO DE LA HISTORIA HA SIDO UN SÍMBOLO DE JOLGORIO Y ALEGRÍA POR NO DECIR UNA ANALOGÍA DE LA NOVIA COMO FLOR SIN CORTAR



El olor
nunca lo olvidaré.
Afuera detrás del viñedo.
Un espacio de piedra quizá un cobertizo o una casa de nieve
     en desuso.
Octubre, un poco de frío. Heno en el suelo. Habíamos ido a la
     granja de su abuelo para ayudar
a prensar
las uvas para el vino.
Nadie puede imaginar la sensación si no lo ha hecho nunca:
duras ampollas de húmedo satén rojo explotan bajo los pies,
entre los dedos y arriba en las piernas los brazos la cara
     reventando por todo...
Se te mete en la ropa dijo él mientras nos afanábamos

en la tinaja.
Cuando te la quites
estarás empapada de jugo.
Me miró cuando dijo vamos a comprobarlo.
Desnuda en el espacio de piedra era verdad, manchas
     pegajosas, piel, me tumbé en el heno

y él lamía.
Lo lamió todo.
Salió corriendo y
Salió corriendo y cogió más posos con las manos y me los
     untó
en las rodillas en el cuello en la barriga lamiendo. Buceando.
La lengua es el olor de octubre para mí. Lo recuerdo como si
nadara en un río rápido, pues no dejaba de moverme y era
     difícil moverse

mientras que todo a mi alrededor
también se movía, ese olor
a tierra removida y plantas frías y la noche acechante y
la vieja tinaja humeando levemente en el crepúsculo ahí fuera,

jugo puro en él.
Estambres en él
y como dijo Kafka al final
la natación no me ha servido de nada sabes al fin y al cabo no
     sé nadar.
Bueno ocurre que más del 90 % de toda la uva cultivada es una
     variedad de
Vitis vinifera
la uva europea o del viejo mundo,
mientras que las uvas americanas autóctonas derivan
de ciertas especies salvajes de Vitis y se distinguen por su olor
«sexy»
además de por el hecho de que su piel se escurre licuada de la
     pulpa.

La uva de vino ideal
es aquella que se prensa con facilidad.
Esas son las cosas que aprendí del abuelo
cuando nos sentábamos en la cocina tarde en la noche pelando
     castañas.
Y que bajo ninguna circunstancia debía casarme con su nieto
a quien él llamaba tragikos una palabra rural que significa
tanto trágico como cabra.


Anne Carson, en La belleza del marido, Lumen, 2019
traducción de Andreu Jaume


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