viernes, 31 de diciembre de 2021

y cierre

nits d’hospital


Has estado conmigo y la he soñado

a mi lado junto a ti

tu otra mitad

ella mis dos vidas y tú

que cierras los ojos y danzan

la hermosa canción que suenan

al piano

unas manos hermosas.


Te he tenido allí conmigo y tu sonrisa

apenas si yo más que un cuerpo dolorido

carne lacerada

ovillo de cables confusión

y luces que se encienden a destiempo

lentitud del gotero

urgencias que me llevan con todos los que sufren hoy contigo

presteza de pasos y batas y fonendos

y el discurrir pausado y lento de la mopa

-si ellas por doquier, si por doquier vosotras, el mundo a salvo-

y un radiante sol de otoño

que enciende el patio de naranjos.


Hace frío fuera

y no es aún diciembre

se nota en el helor callado de las voces

que llegan al control

amortiguadas

de donde el dron que ordena y clasifica

imágenes sin origen

sabor a contraste y a metal

que sondas y cuñas sueñan con sueros imposibles.

Del pasillo se viene un rumor apagado

un noséqué

que sí que Almudena nopordiós

quequéjovenyquépenanohayderecho

será más tarde luego cuando lleguen

juntas todas

aquellas voces idas angustias soledades y otras

palabras menos doctas

a raudales

que lloran de sus ojos un joven corazón helado.


Carro que cruje cuando cruza

camillas y pañales ruedas de silla siderales

un cuerpo que maquina traducciones

y el escáner quieto no se mueva no respire.

Un suspiro. Ya está.

Y tú, tu doble yo, allí. Las dos.

Apenas mi cuerpo si un temblor

confusión

y luces que nos ven

amor

llegar el día.


Hace frío.

Y hoy es ya diciembre.


(27 noviembre-6 diciembre)


domingo, 14 de noviembre de 2021

100 años

Cien años, y ninguno en soledad. Salvo la de las cárceles o el exilio forzado o la clandestinidad que sufrieron miles de los suyos, militantes, camaradas, mujeres y hombres con el compromiso de la emancipación en su corazón y en sus cabezas. El PCE, el Partido, cumple hoy cien años. Un siglo de lucha y de esperanza. De lucha y, ahora también, como antaño, de gobierno. Y de nuevo junto a/con el PSOE, que no en vano nacen ambos de ese tronco añoso del  movimiento obrero.

Con las sombras y las luces, los aciertos y los errores de tan larga vida, es de justicia saludar y celebrar el cumpleaños de la organización política española que ha pagado el precio más alto en la defensa, primero, de la democracia contra el fascismo y, arrasada la republicana por la fuerza bruta de las armas, en su recuperación después. El precio en vidas quebradas de miles y miles de sus militantes.  Su huella en las cárceles de la dictadura franquista y en las tapias de los cementerios  y las fosas de la vergüenza, en los montes de la España resistente, en las filas francesas de la Resistencia contra el nazismo (y en La 9 que libera París), en los campos de concentración y de exterminio, en los despachos laboralistas y en los tajos, en las universidades, en el campo y en  la ciudad de las asociaciones de vecinos.

De esos cien años compartí veinticinco con los y las comunistas, camaradas y amigos los más, de mi generación. Nuestro sueño, nuestro compromiso y nuestro empeño fueron la reconciliación nacional y la democracia, las libertades, la construcción de una sociedad libre y plural, la justicia social… la Constitución. Ya sabéis…: ‘¿dictadura?, ni la del proletariado

Mientras sigan existiendo la injusticia y la desigualdad (que, lejos de menguar, sigue creciendo), la explotación y el odio, la xenofobia y la intolerancia, seguirá vigente el ideal de la emancipación y el deber moral (y, por lo mismo, político) de luchar por su  -como se decía entonces- advenimiento. Y mientras sea esto así, seguiré, como hasta ahora, sintiendo una punzada de orgullo cada vez que oigo de la boca sucia de quienes creen que así nos insultan la palabra ‘comunista’. Que a mucha honra.

Si viviera, hoy le iría a dar los días a mi abuelo Pedro, que también cumple años. De su dignidad, la mía y la de los nuestros. En su memoria, la de tantas y tantos que hoy merecen mi recuerdo, mi homenaje y mi respeto.

¡Salud! 

domingo, 24 de octubre de 2021

hoy, cuando ya todos somos nietos

La memoria es un hecho individual, personal. Para preservarla del olvido tiene que ser contada, hacerse compartida, convertirse en colectiva. Salir de sí para hacerse otra sin dejar de ser la misma. Y para que se perpetúe, para ser histórica venciendo al tiempo, la memoria tiene que quedar registrada: escrita, grabada, esculpida. De no ser así, acaba por perderse.

Estamos aquí hoy para hacer memoria. Para sacar del olvido a las olvidadas. Para recordar. Sin odio. Sin rabia. Sin rencor. Porque hoy somos ellas, y ellas supieron siempre perdonar.

No estamos aquí para hacer un ejercicio de desquite, ni para dar ninguna lección a nadie. No estamos aquí contra nadie. Nuestra verdad, la que decimos hoy, es la que quiere abrazar a todos en el encuentro y la reconciliación. Porque esa es la verdad que aprendimos de nuestros abuelos, hoy que ya todos somos nietos. Eso, los que pudimos abrazarlos: otros, otras, la aprendieron de sus abuelas. Que van siempre con nosotros. De las que nos sentimos orgullosos. Orgullosas.

Teodora, Dionisia, Gloria. Y todas las que hicieron a pie entonces, en invierno y en verano, el duro y largo y triste e interminable camino al penal de Ocaña. Esta tarde va de ellas. Va por ellas.

Estamos aquí, en la casa de la cultura, para hablar de un libro. Para darle las gracias a Javier por haber contado una gran historia.

(en la presentación, ayer, de Siempre supo perdonar, de Javier Ramos Nieto, Letrame Editorial, Madrid, 2021)

lunes, 13 de septiembre de 2021

Pedro, 50 años

Hace hoy 50 años. 

A Pedro Patiño, albañil con clase (y con conciencia de clase y, por ello, sindicalista), lo asesinaron hace hoy 50 años.
La dictadura (porque aquí, en nuestra España, hubo una dictadura sangrienta y asesina) no toleraba la palabra que llamaba a los derechos por su nombre, y a la libertad en los tajos y en los muros y en las octavillas. También allí, en la Universidad en la que apoyamos, tímida, moderadamente, minoritariamente, aquella huelga de la construcción.
A Pedro, albañil nacido en La Puebla de Almoradiel (en su pueblo, donde su dolor desde niño, cabría un reconocimiento tranquilo y justo), comunista del PCE, lo asesinó a traición una dictadura que empezaba a enseñar sus debilidades matando.
Le negaron entonces a su compañera, Dolores, viuda a la fuerza (bruta), el reconocimiento del cuerpo mancillado y no le permitieron a su familia, ni a sus amigos, velar su cadáver. Ni darle tranquilamente sepultura.
Indignos aquellos jueces y fiscales que lo permitieron y aun trataron de ocultar las evidencias: el muerto debía ser culpable.
Frente a ello, la entereza, la honestidad y la valentía de un abogado, Jaime Miralles, que se enfrentó a aquel sistema judicial corrupto y servil.
Pedro, el albañil militante de las CC.OO., tenía 33 años. La edad que dicen de Cristo.
Mi madre guardaba entre sus papeles la octavilla con la foto de Pedro Patiño con sus hijas. Había conocido mi madre, casi una niña, a la suya. Y a su abuela.
El azar ha querido que hoy haya de encontrarse, en el mismo cementerio de Getafe en el que está enterrado, con Críspulo, el hermano del amigo y compañero y camarada Nieto (José Luis). Críspulo falleció ayer. 
Y si yo fuera un inventor de historias los pondría a hablar. A ellos dos, y a José Luis y Edmundo. Y a Pascasio. Que tendrían que hablar de muchas cosas, compañeros del alma… casi hermanos.

jueves, 1 de julio de 2021

nueve

También ahora sé

que no tendré todo el tiempo del mundo

para recordarte.

Por eso es cada instante todo el tiempo

y te pienso y te sueño y te recuerdo

ancha la sonrisa y dulzura

amable la luz de tu mirada

y el arco de tu chelo y el amor de tus chicos.

Por eso te vivo cada día y vas conmigo

y te quiero niña grande

y te recuerdo

Amanda

en tu nombre el regalo más preciado

Libertad, amor, 

mi ser contigo en ti

todos los días.

lunes, 28 de junio de 2021

extraña resolución

Escribe Jorge Luis Borges en Los conjurados (1985):

(…)

Se trata de hombres de diversas estirpes,

que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.

Han tomado la extraña resolución de ser razonables.

Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.’


Y en estos días no dejo de pensar en esos versos. 

viernes, 30 de abril de 2021

santiago y feria

Santiago Ramos, poeta del asombro y la alegría, fue una persona de esas -tan pocas- que mejoran el mundo y te ayudan a reconciliarte con la vida. Se fue de entre nosotros, y un grupo de amigas y de amigos nos convocaron a su recuerdo en una mañana de celebraciones -¡ay, mi Roma liberada!, Lisboa de mil claveles- a la hora en que abrió el tiempo: la tregua imprescindible. Otro poeta, amigo doblemente, leyó estos versos míos que quieren evocar la humildad de Santiago y su bondad. 


Por la feria pasea

tímido

            el poeta

gigante

y niño

el poeta

            embelesado

de algodón

y dulce

y rosa

el poeta

            se pasea

en su mano

roja y blanca

y amuleto

a rayas y espirales

la garrota

            de caramelo.


El poeta pregona

ya está aquí

            la feria

y saluda

en su mano

caramelo a rayas

la garrota


ya llega

el poeta discreto

fantasía

ilusión


un niño ríe

y gira

            un sueño

noria y tiovivo

el poeta

saluda

sol y susurro


sonríe santiago

y se abre

la algarabía

            pasen y vean

de feria el poeta

con su garrota

caramelo y duz

            y bonhomía

pasen y vean


no llores niño no llores

que yo te ferio

poeta y pregonero

una garrota

            de caramelo.

domingo, 21 de marzo de 2021

primaversos

Carta

Tal vez no sé explicarlo,
y aun así podría volar
o hacer de ti el verano,
un septiembre de reírnos bajo el agua,
una música con ojos de mirarte.

Tal vez no sepas, pero sabes
que vivir es incesante
y sucede tan sin tregua
que todo lo que empuja te detiene.
Por eso andar sin rumbo da alegría.

Tal vez no sepas, pero sabes
que amar siempre es quedarse,
y un cierto vandalismo de promesas,
volver a conquistar palabras de hace tiempo
y que alguien nos absuelva,
y no temer deriva,
y ser, como la nieve, más ciencia que costumbre.

Tal vez no sepas, pero sabes
que el miedo esconde un coro
y es esta misma luz
que nace de nosotros
el fiero camuflaje de la vida.


Antonio Lucas, en Los desnudos*, Visor, Madrid, 2020.

XXII Premio de Poesía Generación del 27

lunes, 8 de marzo de 2021

mujeres

Todavía es el tiempo de la desigualdad
de la mirada torva, el grito y la mano alzada
El ojo de la mujer soporta y graba en sus pupilas
la iniquidad 
¿de dónde llega esta violencia 
a las costas de estos brazos
acostumbrados a la caricia y al acurruco?
¿Qué es lo que en nosotras despierta al lobo
que aún habita en las entrañas del hombre,
esa furia ciega que no detienen súplicas, razones
o la memoria del primer rostro acogiéndolos a la vida?

Nuestra belleza, la abundancia, la generosidad
de curvas y pechos,
la piel suave,
¿qué esconde en su frágil envoltura
que así provoca en ellos la saña y la muerte
la violación y el rapto?

Cantemos, hermanas, por quienes así
se pierden de nosotras
y no pueden consigo mismos
Los que temen el estrógeno de nuestras entrañas.

Crecemos.
Los vemos achicarse en su temor.
Nuestro instinto busca arrullarlos como niños
ofrecerles el perdón de los adultos
No queremos más que midan su estatura
midiéndose con nuestra sumisión
No queremos que apuntalen su nombre
sobre nuestra obediencia.

Como si vieran llegar un ejército enemigo
se atrincheran en sus vanas certidumbres gastadas
Una marejada de embistes y golpes
lanzan contra nuestros reclamos
Hacen escarnio de nuestras luchas por decir basta
por plantarnos en el suelo
y enderezar la espalda.

En tanto nosotras avanzamos como un río 
las hormonas encontrando su cauce
Somos el agua fuerte 
que se sacude las lágrimas inútiles
y se despoja del cansancio de llorar.
Ya miles hemos alcanzado la costa
Nos contamos por centenares
Descalzas, dejamos nuestras huellas en la arena
nos tomamos el territorio negado.

Ahora venimos a la vida con el desafío y la desobediencia en la boca
Rechazamos los mandamientos 
con que en nombre del amor y el parto nos sometieron.
Anfibias
a contracorriente entre el agua y la tierra
mucho tiempo ya nos ocultamos
en las grutas quietas
de la domesticidad y el silencio
Pero aún con el agua al cuello
no nos ahogamos.

Ahora nos alzamos con caballitos de mar en las manos
Cantando y vociferando
Deshaciendo gozosas
el muro que alzaron para separarnos.

Cantemos hermanas
No paremos de cantar
Sea su violencia la prueba final de nuestro avance
cicatriz guardada en nuestra múltiple piel

Las sirenas han recuperado las piernas.
Andaremos, andaremos, andaremos
Lavaremos el mundo
con el agua viva 
de nuestra dulce, redentora, tenaz, 
mansedumbre

Para sanarlo
Para que sobrevivamos.

 

Gioconda Belli


viernes, 19 de febrero de 2021

pues eso

Si el movimiento obrero y socialista debe recuperar su espíritu, su dinamismo y su iniciativa histórica, nosotros, como marxistas, debemos hacer lo que sin duda Marx habría hecho: reconocer la nueva situación en la que nos encontramos, analizarla de manera realista y concreta; analizar las razones, históricas o de otro tipo, que han causado los fracasos y los éxitos del movimiento obrero, y formular no solo lo que nos gustaría hacer, sino lo que se puede hacer.


E. Hobsbawm, Política para una izquierda racional, Barcelona, Crítica. 1993.

miércoles, 17 de febrero de 2021

honesta intensidad

La vertadera caritat fa por.
És com la poesia: un bon poema,
per bell que sigui, ha de ser cruel.
No hi ha res més. La poesia és ara
l'última casa de misericòrdia.

Mi primer encuentro con su poesía fue en/con aquella Casa de misericòrdia (El pare afusellat...), y desde entonces no me ha abandonado. Tampoco ahora, cuando él ya no está pero nos deja para siempre su escritura, honestamente intensa. Si sentí con él la emoción compartida por Joana cuando la pérdida, ahora es el tiempo de la gratitud. Que nunca será tiempo de silencio.

(…) Mi proyecto poético empezó siendo una vaga sensación premonitoria para definir cuál sería la relación entre la poesía y la vida. Esta sensación permaneció, mientras se hacía más compleja, en los sucesivos libros de poemas: cada uno de ellos iba sintiéndose con más intensidad como parte de un todo que avanza y se define a medida que se construye —o destruye— la propia vida. El proyecto terminará a la vez que la obra, y la obra a la vez que la vida. (...)

La fuente más importante de mi poesía es la subjetividad. En general, no puedo inventarme acontecimientos. La dificultad es para mí de otra índole: el mero producto de la inteligencia o de la elaboración no tiene papel alguno en la poesía que más me atrae, porque pienso que el poema no es una cuestión de contenido, sino de intensidad.

Cantamos al misterio que nos es propio. Queda por decidir desde dónde cantar, y ésa es la búsqueda que cada poeta realiza a su manera. En esto consiste el estilo, la voz personal, esa voz que hay que encontrar si se quiere ser escuchado. Intento ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía, a la cual no le queda ya más característica para identificarse respecto de la prosa que la concisión y la exactitud. Es la más exacta de las letras en el mismo sentido en que las matemáticas son la más exacta de las ciencias. Y si se trata de un mal poema, ensuciará el mundo, como una bolsa de basura dejada en medio de la calle. Porque un mal poema no es neutral, sino que contribuye a ensuciar, a desordenar el mundo, igual que un buen poema contribuye de algún modo al orden y la higiene del mundo. Éstos son los ejes que me traza, al cabo de los años, mi confortable desinterés por lo que tiene la pretensión de ser novedoso o exótico, un retorno a la divisa de Diderot: «A la mediocridad la caracteriza su gusto por lo extraordinario». En mi descargo diré que detrás de una vejez que no haya asumido la decepción suele haber necedad. La decepción es un sentimiento positivo para la defensa de la mente contra la impostura.

(…) Después de un recital procuro siempre abrir un diálogo tan lejos como puedo de las artes escénicas que, hasta cierto punto, se tienen que utilizar al decir los poemas ante un público. Este contacto directo me ha descubierto o me ha reafirmado en cuestiones fundamentales: que no escribo poemas para mí. Que la recomendación de «amar a los otros como a ti mismo» que cambió el mundo y que todavía no hemos podido apartar o sustituir, sólo la he podido llevar a cabo a través de la poesía, porque intentar escribir un poema es para mí una forma de amar.

(…) Siempre he tenido conciencia de que la poesía, para mí, se extendía por toda la vida. La prisa, pues, no ha formado parte de mi relación con el poema. El juicio final lo hará el tiempo y, al contrario de los juicios finales de las religiones, yo no sabré el resultado. A mí me corresponde sólo, y no es poco, el día a día con los poemas sin más justificación, placer o compensación que buscarlos, componerlos y escribirlos. Ninguno de nosotros contamos demasiado, incluso los que parecen contar mucho, pero nos puede salvar lo mismo que, curiosamente, también puede salvar el poema: su honesta intensidad. Estas virtudes, si las hay, vienen de muy lejos y recorren largos y complejos caminos interiores.

Joan Margarit, en Prefacio a la edición de 2015: Unas palabras para esta edición de todos mis poemas, de Todos los poemas (1975-2015), Editorial Planeta, Barcelona, 2018.



sábado, 6 de febrero de 2021

feria y gigantes

Descubrir que una muy joven escritora, periodista de formación, es capaz de captar con tanta ternura el orgullo de los humildes y declararse ella misma orgullosa de sus orígenes, de describir con un lenguaje preciso y fresco, atento al decir y al acento de sus gentes, historias que no por personales son menos universales, de mezclar lo presente con lo ido, y a Sylvia Plath con la Ana Mari, de trenzar unas vidas que sin su palabra quizás se irían perdiendo para siempre... descubrir todo eso en esta Feria sin vanidades me reconforta y me alegra. Y me alegra, y mucho, respirar con ella ese viento -¿cuál de los doce?- que se siente también cuando subo a ese otro cerro de esos otros molinos, altivos siempre y poderosos los de Criptana.

Y no me avergonzará decir que se humedecen mis ojos cuando reviven otros tiempos. Recuerdos de un puñado de titos asados en más de un primerodemayo. Vicente, y puede que con algún otro más de los Simones, estaba allí. En la otra Sede.


Limpiando el carrete del móvil me he encontrado una foto de la comida de julio en la que aparece un rincón del corral de casa de mis abuelos. Es el de la ventana que da a la cocinilla, una habitación en la que solo hay una chi­­menea, una lavadora, tres o cuatro peroles colgados al lado de una hilera de guindillas secándose, dos estanterías llenas de tomate y pisto al baño María y a veces sarmientos para hacer lumbre. Si alguna vez alguien me pregunta a qué huele España responderé que a esa habitación, a la cocinilla, que cuando estaba mi abuela también olía a ve­­ces al jabón que hacía ella.

Debajo de la ventana hay un montón de macetas. Ge­­ranios, un poto, un rosal, un arbolillo. Delante y reflejado en el cristal, un trozo de cuerda de tender con cuatro o cinco camisetas y cuatro o cinco pantalones diminutos. Son de mis primos y están ahí porque mi tío Pepe se­­gu­­ramente les daría un manguerazo o les echaría una es­­puerta de agua, que es lo que hace mi tío Pepe en cada comida familiar.

Me he quedado mirándola un rato, tratando de averi­­guar en qué momento la hice y he pensado que la vida es eso y poco más. Unas cuantas camisetas de crío secándose al sol y unos cuantos cubos de pintura plástica que ahora están llenos de tierra y geranios.

Un día mi abuelo me dijo que las flores eran de mi abuela, que él solo plantaba cosas «que sirvieran», y por cosas que sirven él entiende todo aquello que se puede comer, ya sean tomates, calabazas o aceitunas. Un año le regalamos un bonsái y no entendió el concepto. Le debió parecer que aquello estaba enrratonao, así que lo fue tras­­plantando y ahora es un olivo más grande que yo que da aceitunas de un tamaño considerable, y mi abuela las arre­­glaba y luego nos regalaba botes para que nos lleváramos.

***

La única hierofanía posible en La Mancha se produce si uno alza la vista y comprende que igual es sobria y austera en el suelo porque robar protagonismo a esos cielos no sería de ley y para comprender eso también hace falta valor y saber mirar, concretamente hacia arriba, más allá de uno mismo. Esto te lo diré llegando a la portá del bisabuelo y seguramente no me vayas escuchando ya, pero dará igual porque te lo repetiré muchas veces a lo largo de tu vida y quizá a esa altura ya nos hayamos cruzado con la Tere la vecina y te haya preguntado que adónde vas tan hermoso y te haya dicho que qué grande estás. Cuando hayamos llegado al 61 te diré que llames por la ventana de la cocina porque seguramente el bisabuelo Vicente esté viendo una corrida y echándose una cabezá que ne­­gará incluso ante una pareja de espías rusos estar echán­­dose y llamarás por la ventana.

Cuando le cuentes dónde hemos estado y que has aprendido lo que es un exvoto igual te dice que eso son tontás y que eres un alcahuete e igual eso también ten­­dría que explicártelo, que de la misma forma que los es­­qui­­males tienen no sé cuántas formas de decir nieve, en La Mancha tienen otras tantas de decir alcahuete, todas con su correspondiente matiz: bacín, enrredaor, removeor, apercibiote. La explicación es la misma que en el caso de los esquimales: cuando una realidad está muy presente en un pueblo hay infinitas maneras de nombrarla porque es posible discernir entre infinitos matices y variaciones.

Nos despediremos entonces del bisabuelo Vicente y no sé si nos dirá eso de «contra antes los vayáis, antes los venís», pero sí sé que saldrá a despedirnos a la puerta y no volverá a entrar hasta que nos haya perdido de vista, y cuando te hagas un poco mayor —porque como no se va a morir nunca, te vas a hacer mayor y él seguirá ahí— comprenderás que lo que hay en su mirada cuando mueve la mano para despedirte se llama serenidad y se llama orgullo. Y que no hay nada más bello que el orgullo que se permiten los humildes, porque es el que emana de las cosas importantes.

Cuando vivía tu bisabuela, de que vivía tu bisabuela, como decía ella, también ella lo hacía, claro, también salía a la calle a despedir a las visitas y no se pasaba hasta que las perdía de vista.

Ana Iris Simón, Feria, Círculo de Tiza, Madrid, 2020.

jueves, 4 de febrero de 2021

en nombre de Dios

(…)

Quizá me pregunten qué entiendo por «espíritu» o por «intereses». Pues bien, lo espiritual, considerado desde el punto de vista político y social, es la aspiración de los pueblos a mejorar sus condiciones de vida, a hacerlas más justas y felices, mejor adaptadas a la dignidad humana. Lo espiritual es la aprobación de ese deseo por parte de los hombres de buena voluntad.

Los intereses saben que un cambio semejante reduciría algunas de sus ventajas y privilegios. En consecuencia, intentan impedir tal evolución por todos los medios, incluido el crimen, o al menos detenerla por un tiempo, porque lo hacen sabiendo que convertirla en un imposible está fuera de su alcance. El bando de los intereses está interviniendo en España y la destruye con una falta de pudor desconocida hasta la fecha.

En realidad, lo que viene sucediendo en ese país desde hace meses constituye el escándalo más inmundo de la historia humana. ¿Pero es que el mundo no se da cuenta? Me temo que no, porque los intereses asesinos no saben hacer nada mejor que volver al mundo estúpido, ocultar su verdadero carácter. El otro día me llegó esta información desde el lugar más sombrío de Europa: Alemania. «¿Quién habría podido imaginar que, cayendo del cielo azul, los Rojos de España fueran capaces de tales horrores?». ¡Los Rojos! ¡Cayendo del cielo azul!

Todo el mundo sabe lo poco revolucionarias que eran las reformas del Frente Popular español, esa alianza de republicanos y socialistas sellada por una victoria electoral decisiva y legítima.

¿Es que ya no tenemos corazón? ¿Ni razón? ¿Queremos que el bando de los intereses nos arrebate los últimos restos de buen juicio y de libre pensamiento cayendo en la trampa que montan con tanta destreza? De hecho, ocultan los instintos más bajos bajo la máscara de ideas de cultura, de Dios, de orden y de patria. Un pueblo que vive bajo el yugo de una explotación de las más reaccionarias desea una existencia más clara, más humana, un orden social que cree que le permitirá ser más digno de su propia humanidad. Para este pueblo la libertad y el progreso no son aún nociones roídas por la ironía y el escepticismo. Cree en ellas como los valores más altos y dignos de su esfuerzo. Incluso ve en ellas las condiciones de su honor como nación. Este pueblo se ha proporcionado un gobierno que se propone remediar —procediendo con prudencia y teniendo en cuenta las circunstancias particulares— los abusos más indignantes. ¿Qué sucede a continuación? Estalla una rebelión de generales al servicio de las antiguas potencias explotadoras, estalla con la complicidad del extranjero. La rebelión fracasa, está a punto de perder, y entonces los gobiernos extranjeros, enemigos de la libertad, acuden en su ayuda y, a cambio de promesas de ventajas económicas en caso de victoria, proporcionan a los insurgentes dinero, hombres y material de guerra. Gracias a estos alimentos, la lucha sangrienta prosigue, engendrando en ambos bandos una crueldad cada día más implacable. Contra el pueblo que lucha desesperadamente por su libertad y sus derechos humanos, se lleva a la batalla a tropas de sus propias colonias. Los bombarderos extranjeros destruyen las ciudades, asesinan a los niños. Y todos esos se hacen llamar «nacionales». Esos crímenes que claman al cielo se llevan a cabo en nombre de Dios, del orden y de la belleza. Si las cosas hubiesen sucedido conforme a los deseos de la prensa de los intereses, hace tiempo que la capital del país debía haber caído y las «bandas marxistas» debían haber sido vencidas. Pero la capital, medio destruida, aún se mantiene en pie, al menos en el momento en que estas líneas se escriben, y las «bandas rojas», según el nombre que prefiere la prensa de los intereses, es decir, el pueblo español, defienden su vida y los valores en los que cree con una valentía sobrehumana, una valentía en la que los más embrutecidos escuderos de los intereses deberían encontrar la materia de reflexión que podría llevarlos a descubrir las fuerzas morales que están en juego. (…)

 

Thomas Mann, España, en Jean-Pierre Barou, La guerra de España: reconciliar a los vivos y los muertos, Arpa, Barcelona, 2021.

**seguirleyendo 

 

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