domingo, 17 de abril de 2011

libros y susurros

‘En mi infancia, viví en un mundo de susurros. Se emitían con cuidado. Hasta más tarde no me enteré de que el susurro tenía otros sentidos, como la ternura o la oración. Había cosas que se decían abiertamente, incluso sin empacho, como por ejemplo que había llegado el camión del pan con cartilla de racionamiento. Otras se decían sólo con las ventanas cerradas. O en el banco del centro del patio si no pasaba nadie por la calle. Y aun así, en voz baja, como si hubiese ciertas ventanas que uno no podía cerrar o ciertos peatones que no podía ver’.
(El libro de los susurros, de Varujan Vosganian,
traducción de Joaquín Garrigós)

Quise convertir el 14 de abril, Día de la República (‘¡Salud y República!’) en mi particular Día del libro, cuya fecha me arrebatan este año otras festividades. Y aprovechando una visita (casi) obligada a un Ministerio que frecuento, y antes de acudir a una reunión previa a otra que, seguro, terminaría tarde, me acerco a una librería que es un claro objeto de deseo, escaparate de novedades e intendencias siempre bien dispuestas, con ese discreto encanto de lo imposible soñado (‘Nos los llevaríamos todos, ¿verdad?’, me dijo el desconocido que pagaba su compra mientras yo esperaba mi turno).

En la mesa de los más recientes -algunos ya no tanto- me complace ver lo bien que titulan sus libros (también los escriben bien) las autoras de Castilla-La Mancha, que añaden a su éxito el éxito de premios y de ventas: El tiempo entre costuras, Lo que esconde tu nombre, Donde nadie te encuentre, La voz del mar (felicidades a Consolación González, amiga)… Y allí, juntos, dos libros que atraen mi atención, en común una palabra -susurro- en su cubierta. El susurro de la caracola, de M. Huerta, y Voces que susurran, lo último de J. Connolly. (Por cierto, de Connolly cuentan que fue regalando discos con los temas musicales que relaciona con sus novelas, y que llamó Love & Whispers a su última recopilación-obsequio).

Pareciera que el mundo y sus cosas se hubieran puesto a susurrar. Sobre todo, en sus títulos, las cosas de los libros. Susurran las estrellas de la madrugada, lo hacen también las sombras, y las brujas y el bosque. Hay susurros que dan título a poemarios y a novelas de corte policial. Susurros de la memoria es contenedor de versos que viene de México, y de Perú una novela premiada doblemente incitadora, El susurro de la mujer ballena. Hay susurros de pasión, y sabios eruditos –tal que Roland Barthes- escriben acerca de El susurro del lenguaje.

Incapaz, pues, de sustraerme al recuerdo del tiempo en que, perdida la voz, fue el susurrar el recurso más a mano para poder comunicar pensamientos y emociones. Que no fueron pocas. Algunas, y bien que las recuerdo, me llenaron de melancolía. Como la clausura que no lo fue, Europa como presencia y pretexto, como aquel rumor creciente hasta el aplauso de un millar de docentes -más ellas que ellos- en mi Santiago chileno cuando les hablé de mi disposición a estar con ellos incluso sin voz, ‘que las cosas importantes de verdad se dicen con un susurro’.

Hay en el silencio un susurro perceptible. Al inicio y al final de El gran silencio, esa que dicen extraordinaria película sobre la vida de unos monjes, una cita: ‘Dios no está ni en el viento, ni en el huracán, ni en el fuego. Dios está solamente en el susurro’. Pero es sin duda otra gran película, sobrecogedora, mi biblia en la materia: Gritos y susurros. Donde la humanidad aparece terrible y tierna, donde el grito del dolor se hace susurro que acaricia y cura. Quizás porque el dios del susurro acaba por hacerse carne y sangre y pasión.
          
No, claro, esta de oropeles y cartón que recorre nuestras calles vertida hacia fuera, ayuna de recogimiento interior y de humildad, huera, ruidosa y altanera. Que ignora la fuerza enorme y la dignidad de un susurro.

1 comentario:

  1. La caricia es un susurro. El amor se susurra. Los secretos se susurran.
    Y, a veces, hasta los gritos encierran un susurro, que dice lo que calla el grito.
    De los libros ya hablaremos.
    Besos

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