Siempre llegué sin ser llamado
Siempre desembarqué como el intruso
En tierras que escondían tras la espalda sus manos
(Tomás Segovia, en Noticia natural)
Sucedió en Buenos Aires. Pudo pensar que no hay mejor sitio para ponerse a bailar pisando escenario que la ciudad que es capaz de llenar el alma de libros y de nostalgia los ojos. Tenía ocho años, y comenzaba así una vida dedicada a la danza.
José Antonio Ruiz, el niño aquel que dirige hoy el Ballet Nacional, nos ha prestado su nombre para que lo luzca con orgullo uno de nuestros dos conservatorios profesionales de danza, el de Albacete. Y en su bautizo, hace unos días, hubo más que palabras. Las hubo de las autoridades, dichas con la voz -no sin emoción- y el gesto. Las hubo, más elocuentes, de las alumnas y de los alumnos, escritas éstas con el cuerpo y con el aire, con el movimiento y el ritmo. Y con una emoción añadida.
(Y le ofrecimos al padrino, además de la celeridad del AVE y por si quería, ponerle casa para que se quedara entre nosotros para siempre).
Con los pies firmes en el suelo, y la cabeza en el cielo. Poesía de los sueños que cambia el mundo y hace más vivible una realidad confusa, útil por tanto, práctica. Suelo y cielo, dos afanes -la danza y la aviónica- que comparten Albacete y Puertollano. Dos señas de identidad en una, la del quijotismo de Sancho persiguiendo una ínsula justa y libre caballero en un clavileño que alza el vuelo.
Después, más palabras. ¿Cuántos miles de millones de palabras se cobijan en la librería Popular a la espera de que las recojan y les pongan casa y les den vida los lectores, las lectoras?.
Puede que nunca lo sepamos. Lo que sí sé, y me complace decirlo, es que allí encontré libros que llevo meses buscando -alguno recién parido- incluso en librerías de más postín. Allí me encontré con Gimferrer, con Sabines y Egea, con E. Smart, con el último Marsé, ahora calígrafo de sueños, y con el nocturno de Piglia que quiero seguir regalando.
Ésta sí, popular, con Ángel urdiendo siempre y sin descanso nuevas maneras de invitar a la lectura. Me cuenta que ahora poniendo en marcha un sistema de descargas -único en la Región- para esos nuevos libros de tinta electrónica -por no escribir eBook, ustedes perdonen- que quieren adelantar la jubilación de las imprentas (y privarnos del olor de la tinta recién nueva y el papel impreso). Que está en conversaciones con iTunes, por aquello de servir contenidos para el iPad. (Perdón de nuevo, perdón les pido y disculpas).
Lo dicho. Con los pies en el suelo. Populares -del pueblo- de verdad. Y conste que no lo digo por señalar.
Que hermoso relato y encima incluye a buenos Aires, tierra de tango de libros y nostalgia. Me gusta tu forma.
ResponderEliminarBesos