miércoles, 23 de febrero de 2011

josefillo y carnaval

Contar por onzas sólo lo recuerdo del chocolate. Cuatro onzas, un cuarterón. Dos cuarterones -ocho onzas-, media libra, lo que ahora llaman una tableta. Mi memoria de niño me alcanza para evocar los gestos, repetidos, de despachar chocolate en la tienda de mis padres. Así: por onzas, cuarteando las más de las veces. Chocolate, un lujo de merienda, media onza con pan. Y un privilegio.
Hoy, día de evocación, no quería escribir, pero se me han juntado en el alma los recuerdos y los gozos. El de estar y sentirme vivo, un examen -de griego, creo- que se anula, los tiros en el Congreso y, sobre todo, el sabor del chocolate Josefillo.
Como un pronto, como ese algo inesperado que acaba por llenar más tarde un tiempo ido: así ha llegado. Se trataba tan sólo de cambiar de juego, tratar de conseguir lo que logran los jugadores hábiles buscando un espacio nuevo para alejar así lo previsible, de ayudar a dibujar una sonrisa allí donde estaban por asomar un par de lágrimas. Y el sabor se ha quedado. Hasta ahora, y aquí sigue.
También en la memoria de los ascensores debe anidar el sabor a gloria. Por eso es que, aunque se detienen siempre antes de llegar al cielo, dejan a menudo entrever los colores del paraíso. Y en el paraíso particular de los niños de cuando entonces huele y sabe a chocolate.
Aunque se comía de merienda, el Josefillo era chocolate de hacer, tazón humeante y bien espeso en días señalados, calorcillo por dentro. De boda, o de primera comunión. De algo nos servía en tiempos sin mercados la cercanía de Quintanar (el de la Orden), pueblo de fábricas de ensueño: chocolates Dulcinea, chocolates Nieto, anís de la Asturiana.
A mi hermano M. le gustaba sobre todo el del arco iris, que ya no sé bien si era su nombre o el dibujo del envoltorio. Más que gustarle, era pasión precoz. Tanta, que no satisfecho con la ración habitual, acuñó un término que venía bien a sus muchas y amplias ganas: la onzona, que sin ser un cuarterón le aportaba un placer adicional al multiplicarse por dos sus deseos.

Hasta ayer mi 23F era sólo carnaval. Hoy, treinta años después, es también chocolate y calma. Porque aquel día me encontraba reunido con los alumnos de mi Tirso que preparaban el carnaval cuando una bedel entró asustada para decirme que recogiera mis cosas y me fuera a su casa -'que allí nadie le buscará'-, que estaba la Guardia Civil a tiros en el Congreso. En mi memoria un agradecimiento eterno a esa mujer, viuda de un comandante del ejército español que abría la generosidad segura de su casa a un rojo reconocido y confeso.
No me fui con ella, sino con mi gente de Vallecas. Buscar escondite seguro para las fichas y los carnés y los documentos del Partido (así, con mayúsculas, que no hacía falta ponerle apellido). Llamada al pueblo y escalofrío: mi tío el más pacífico, pura bondad, 'no te preocupes, están todas las escopetas preparadas'. Con el pasaporte en el bolsillo y diez mil pesetas -todo el capital que pudimos reunir-, reunión de emergencia (cita de seguridad -qué ironía- allí, a la vista de todos) en los salones Solimar de la Avenida de la Albufera, decisión rápida y autónoma, redacción de un llamamiento de resistencia y apoyo a la Constitución. Escribir el cliché para la multicopista, en aquella olivetti olimpia que dejé en casa de mis padres -ajetreo de libros y papeles, mundosobreros, revistas que María bajaba no sé dónde, 'si ya os lo había dicho, qué desgracia más grande', miedo de madre de cuando fue hija- y la memoria de mi Paulita aún por nacer. Con Fernando A., solos los dos en el inmenso Tirso vacío, calles desiertas y las luces prendidas de todas las casas en vela, imprimiendo las octavillas de la esperanza, y el remurmullo (éste -por el rey- no sale, ¿a qué espera?... no, pero escucha, está Armada). Orden: al Congreso, a decirle a la gente que se vaya de allí, que puede ser una provocación. Edición gozosa de EL PAÍS, nunca sabrán bien cuánta fuerza nos dió: allí también se resistía. Discurso del jefe del Estado mientras empaquetábamos las octavillas que, a las seis de la mañana, en trenes (yo las daba en mano en Entrevías) y bocas de metro despertaban miradas de fe y de agradecimiento en las caras serias y el silencio -espeso como el josefillo- de aquellos madrileños que no sabían si ese día sería el último de una democracia tan duramente recobrada.
Vuelta al Tirso, abrazo de aquella mujer en cuya casa no dormí, alivio de los compañeros y los guardias inciviles y golpistas salen vergonzantes por las ventanas del Congreso. Y Armada, el traidor. Carrillo y Pilar y los demás, a salvo. Y a preparar otras octavillas, las que convocan a la gran manifestación, un Forges genial y de ternura que tomamos prestado al diario amigo.
Asamblea, dura durísima, en aquel gimnasio del Tirso. No he vuelto a ver a Josep Palau, sí a los que se escondieron sin dar la cara (alguno ni siquiera se atrevió a coger aquella octavilla) y comenzaban ya a fraguar su cuento, todos 'a la izquierda' de los que sí estuvimos donde había que estar. Con nuestra gente, cada uno en su Vallecas.

Aquella mañana, al día siguiente de que me enamorara para siempre de Rosa María Mateos, la quiosquera me dice que está usted en el periódico, y allí, portada blanco y negro de El Alcázar, enorme la foto, primer plano de los dos, Alejandro y yo, contra un fondo que es marea de puños en alto.
Alejandro ya no está. Y no sé dónde he guardado esa portada de la prensa golpista.
Nació en mayo Paula Aitana, y mi Amanda Libertad se acuerda de su abuela acarreando papeles. Ahora me he enterado de que unos amigos anduvieron la noche del 23F buscándome, preocupados. Fernando desenterró en su patio carnés y fichas y otros documentos. Y no me acuerdo de si el Tirso celebró los carnavales.

Todo ocurrió hace treinta años. Que ahora vuelven, ya otros. Y me saben a vida, y a chocolate rico como para comérselo. Tal que a josefillo.

1 comentario:

  1. Es curioso: No íbamos a ninguna parte pero todos teníamos pasaporte y un sitio pensado para guardar los papeles. Cuánta confianza...

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...