Se prepara, me dicen, una fausta antología. De recuerdos, de versos, de fotos y lecturas. De añoranza. Que no en vano el tiempo pasa. Que fueron muchos, ¿verdad?, quizás que demasiados, los años sin nosotros.
Vemos pasar el tiempo, y vemos que no pasa,
que se queda aquí, tozuda y terca, aquella crisis
de la que entonces hablamos, y hará de eso ya dos años.
Parece que hace nada. Y no se habla de otra cosa.
Ha bajado el precio de las casas. Ahora,
cuando no salen las cuentas y el ahorro
-quien lo tenga- se mira temeroso en el futuro.
Que nos suben, Jesús, la edad de las pensiones
y poco es el tiempo que nos queda
para nuevas aventuras.
De quedarse,
las pasiones y los sueños -también nosotros tercos-
que nos ensanchan el alma y nos dan vida.
Ojalá y tú…, y lo pienso, y me emociono.
Ojalá y tú… en la edad jubilar de la alegría.
En las calles de Egipto parecen hoy temblar los faraones
mientras habla el dictador y calla, las maletas preparadas
y el dinero de sus glorias bien guardado
en algún banco sin dios y sin honores.
Aquí estamos de vuelta tus amigos. Más febrero.
Es el mes de las bandadas de cigüeñas
y puede que también del cosquilleo,
el mes que eligen
las mariquitas sabias que se posan suaves en tu dedo.
Este año también yo, con los que quiero,
definitivamente ido mi sueño americano
(que no los versos ni Darín ni las novelas,
ni Villamil ni Piglia ni los pasos de otras huellas,
ni los secretos de sus ojos todo tango)
y enredado en las penumbras de tu tierra,
tal que perdido.
A renacer con su oro luminoso
presente en mí cada mañana cada día.
Pan y café y sudor altivo, de tu Jaén
tierra callada.
Celebramos contigo la victoria de La Roja
y se cumplió por fin un sueño: ganamos
y fuimos campeones. Y los claros clarines,
de plástico y cartón ahora, que dicen vuvuzelas.
Y la patria una enorme camiseta
roja. Del color de la sangre y las banderas
que antaño dieron fe de otros empeños.
Sabrás ya que Yolanda y Paco son abuelos,
y Rosa (¿te acuerdas?, la de Erato). Julia madre
¡quién lo dijera!, y padre Bruno, los dos entonces críos
y en Ordesa un río de blancas mariposas,
de risas y de juegos: recuerdos de camping en Morillo.
Y quizás también te han dicho -el tiempo vuela-
que Tomás hoy cumple veinte años.
Y que anda a la baja Zapatero, ese muchacho
que negó sus favores a la guerra y los volcó al amor
de las personas iguales sin que importe
si hombres o mujeres, bien civil su matrimonio
si quieren ligar así sus vidas y su hacienda.
Te diré el año que viene cómo han ido
las encuestas que estos días vaticinan
derrotas y amarguras, las que auguran
que estarán en Madrid de nuevo los azules.
Mientras tanto seguiremos
leyendo tus poemas,
celebrando entre amigos la vida y tu memoria,
cuidando de los nietos,
esperando
el tiempo nuevo de cerezas (y de ser posible, rojas).
Añoraré contigo -li prego, signorina- el suave acento
a la italiana de aquel baile dulzón y aquellos besos
que nunca dimos ni nos dieron, soltanto ballo lischio.
Y te querremos, Jesús, al menos como ahora.
Anuncian lluvias, y Mubarak se ha rendido.
Son ya diez años. ¡Diez años!.
Y hace raro.
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