Que te quede de mí
ese ruido de amapolas
endebles y furiosas
besándote,
y guardes la mirada
perdida, detenida
en algún punto fijo, como
si te mirara detenidamente,
perdidamente,
y te toquen la memoria
mis manos
como si te tocara,
y veles
el cuerpo vivo,
increíblemente vivo
que tuve.
(Irene Gruss, en Solo de contralto)
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