Leído por ahí.
ONRADA Y ONESTA, MÁS QUE EL QUE LO INBENTÓ
Hace unos días, en el noticiario de una cadena de televisión, contaban que Mª DOLORES DE COSPEDAL había sido objeto de una cierta distinción por parte de Mujeres por la Democracia en Talavera de la Reina. Hasta aquí, la información no ofrecía mayor relevancia que la de una rutina más o menos cotidiana y perfectamente asumida por el personal (¿para qué están en el mundo determinadas personalidades sino para recibir halagos y babosidades de los suyos mientras la cosa funcione?). Sin embargo, el asunto se convertía en ciertamente llamativo a partir del momento en que la presidenta de la organización, para justificar el agasajo, en un alarde idiomático sin parangón (quiero decir original hasta dejarlo de sobra), se dedicaba a glosar los méritos de la homenajeada a base de una enumeración de virtudes cuyas iniciales coincidían con las letras que componen el apellido de la protagonista del acto. Así, al llegar a la O de Cospedal, la señora por la democracia no tuvo reparo alguno en afirmar que la conocida política también merecía aquel homenaje por ONRADA y por ONESTA.
Captada plenamente mi atención por el doble disparate ortográfico, me dije que, o bien mi oído me había jugado una mala pasada, o bien la barbaridad en cuestión no era tal, sino más en concreto un juego semántico cargado de una intencionalidad que al pronto se me escapaba. Así que, en absoluto dispuesto a dejarme arrastrar por un tonto y precipitado alarde de purismo, me puse a la labor de averiguar el porqué de semejante malabarismo lingüístico.
Hechas las asociaciones mentales pertinentes, me encontré frente a una trayectoria política, la de la presidente regional del PP a lo largo de los últimos años, tan repleta de actividad como de contradicciones (todas ellas, a la sazón, perfectamente orientadas en la misma dirección). De manera que, centrado en esta línea de indagación, concluí que necesariamente la solución del galimatías habría de hallarse en el núcleo mismo de tan febril dedicación a la acción política.
Y, naturalmente obligado, llevé a cabo un repaso más o menos ordenado y sin la menor pretensión de resultar exhaustivo, con el que recordé cómo, habiendo votado en las Cortes autonómicas el proyecto de renovación del Estatuto, no tuvo el mínimo reparo en boicotearlo en el Congreso de los Diputados en razón de su cargo de Secretaria General de su partido en el ámbito nacional y a cuenta de no se sabe cuántos hectometros cúbicos de más o de menos, colocados aquí o allá, que eso era lo de menos. Y todo esto, claro está, sin dejar de destilar demagogia patriotera siempre que un auditorio castellano-manchego se lo demandase. Excepto cuando, anteponiendo los intereses murcianos y levantinos (insistamos en que sus cargos de mayor rango no son de aquí sino de más allá), no tuvo escrúpulo ninguno en enfrentarse incluso al empresariado castellano-manchego sin que la voz le temblara lo más mínimo.
Dicho todo lo cual, cabría preguntarse si esta candidata a presidirnos, senadora por más señas aunque al Senado no acuda ni en sus ratos libres, además de ejercer sus vaivenes con puntillosa vocación partidista por una pasta gansa, no lo hará en connivencia con las mujeres demócratas y para despistar a los detectives que al parecer la vigilan noche y día.
A la altura de este somero balance, sin embargo, he de confesar que no estoy seguro ni siquiera de haberme aproximado al esclarecimiento del misterio de marras. Aunque sí he llegado a dos conclusiones bien claras: la primera, que desde luego ONRADA y ONESTA no son vocablos que puedan encuadrarse en las familias semánticas de la HONRADEZ y la HONESTIDAD; y, segunda, que, a la vista de lo contemplado hasta hoy, en este país, con la ONRADED y la ONESTIDÁ por bandera, se puede ir hasta el fin del mundo..., si bien de vez en cuando, por exigencias del guión, haya que soportar que el rímel se corra sin dejar que aflore del todo la diminuta emoción de una lagrimita.
Pues ahí la tienes, en la senda de todos ellos: no decir lo que se va a hacer y no hacer nada de lo dicho. Y entre aplausus de clases bajas que prefieren gente sin pelos en la lengua a gente honrada.
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