En el Día de la Enseñanza quizás convenga recordar, como afirma con acierto el informe McKinsey, que ningún sistema educativo puede ser de mayor calidad que la calidad de sus docentes. Y, en consecuencia, además de dar las gracias a tantas y tantos como se afanan a diario por ayudar a nuestros más jóvenes a ser mañana mujeres y hombres de provecho (por libres, por felices, por solidarios: es decir, por sabios), trabajar por el reconocimiento y la estima social de su tarea.
Que es, sin duda, la más hermosa. Educar. Nada menos.
A menudo recuerdo el consejo que un día me dió un profesor aprendiendo las ecuaciones:
ResponderEliminar"No te compliques tanto la vida, hay caminos más sencillos para llegar a la misma solución".
Consejo que he intentado seguir desde entonces.
A don Valentín que tanto me enseñó, no solo de matemáticas; a todos los profesores, profesoras, maestros y maestras del mundo; y, en particular, a ese gran profesor que tanto me enseña en mi día a día:
ENSEÑAME (de Martha Josefina,Xalapa, Mexico)
"Enséñame querido maestro,
que escribir sobre la vida
es mucho más que alfabeto,
una tiza y algún cuento.
Enséñame con vocación,
esa de la que yo aprenda,
que estar contigo es canción
y sabiduría hecha leyenda.
Enséñame que soy un ser
que vale mucho y que puede,
todos sus sueños tejer
con los recursos que tiene.
Enséñame, más que letras,
enséñame, más que sumas,
enséñame que aprobaré materias
que en la vida sean mis pruebas.
Enséñame querido maestro
a leer entre tus palabras,
a escribir dentro de mi alma,
a sumar en el dolor mis alegrías.
Enséñame con tu ejemplo
a saber que, aunque pequeño,
soy tan alto como un templo,
puedo ser mi propio dueño.
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