Nunca pensé -era inimaginable- que hoy escribriría de otra ausencia. Esta vez, la de Enrique Curiel, que ha muerto siendo el joven dirigente comunista que fue, después de más de veinte años de haber dejado el/su/nuestro viejo Partido. La prensa, hoy -abrumadora la mayoria de titulares-, habla de él como del ex-vicesecretario general del PCE, que así será ya para siempre.
Santiago le ha despedido 'en nombre de los viejos camaradas', y a partir de ahora se seguirán los homenajes. Ni la vida ni la política (¡qué política!) han tratado a Enrique con la dignidad con que él se condujo en su vida, ni han sido generosas con quien tanto lo fué.
Que tanto da, amigo. Lealtad y coherencia -no a toda costa, claro- y fidelidad a la propia conciencia y a las convicciones son la única recompensa de quienes, como tú, ninguna recompensa buscan ni esperan.
Coherencia, la de ese artículo valiente que hoy recuerda Baylos en el suyo, la de irse del escaño al irse (aunque incluso hoy, coherentes en su ceguera, aludan algunos todavía al afán de 'poltrona'), la de la lucidez de sus opiniones y sus previsiones.
Nuestro último abrazo tuvo un escenario impensado: la terraza del Alcázar de Toledo recuperada como Biblioteca insignia de toda nuestra gente (de cuando las letras ocuparon el espacio de las armas). Por eso lo pisé yo, aquella la primera vez. Sé que tú has cumplido, y no conocerán el eco de tus pasos las estancias del Hostal que fue cárcel de San Marcos de León.
¿Y por qué no decirte hoy, Enrique, que los eurocomunistas del mundo entero te queremos?
Gracias por su escrito. Me ha conmovido mucho, hasta las lágrimas, el artículo sobre los asesinados por el franquismo. También indignación. Suscribo lo que he leído: “ni media broma más”. Y a seguir trabajando por recuperar esa memoria que se nos niega.
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