Viernes.
1. Día de la Enseñanza, como siempre entrañable. Esta vez -austeridad y ejemplo mandan- un acto sencillo, a nuestra medida, emotivo y cálido también por fuera. Que la primavera ha desterrado las nieves y los hielos que se conjuraban para tener presencia en el de otros años. Una lección para aprendices de brujo: la de la maestra que vestía su luto al recoger la distinción. Quizás se la ofrecía a su padre, al que había dado sepultura la víspera, con las lágrimas que no pudo contener.
2. Reunión que pudo ser grata. Lástima. Y van dos en días tan señalados. Después, afectos impagables.
3. Fruición, que así se decía técnicamente en los manuales de Estética, en la visita/inauguración de la exposición de Miguel Barnés, pintor albaceteño de La Manchuela, amable y cordial. Sorpresa gratísima la de su obra, la de su conversación. Recuerdos de Berlín, ciudad que tan bien conoce Miguel y que disfruta y recrea. De música (tango/tanz), de política, de arquitectura, de filosofía (Derrida), de amor y pasión. Amena charla con el que, recién conocido, me pareció haber tratado de siempre, y ahora espero que amigo.
De rerum natura, de cómo recobrar la paz interior a fuerza de expresionismo y desfragmentación. Y más afecto.
4. Presentación de una publicación original, ya en Alcázar de San Juan. Treinta años de democracia municipal, con el protagonismo de todas las personas que han dedicado tiempo e ideas al servicio de los ciudadanos con esa especial relación de la forma más cercana de hacer política -es decir, de hacer ciudad- que es la municipal. Fueron doce años de mi vida, con mucha pasión y un solo objetivo: que la vida le fuera más fácil a mis paisanos, y más felices sus días. Leeré el libro con detenimiento. Y espero que sin añoranza.
Recuerdo de gente íntegra como Manolo Pérez. De Juan y Pedro, de Juan Antonio, de Antonio, de Virginia. Y la entrañable de José Eugenio: ni la deuda ni la ambición pudieron con nosotros.
Sábado.
Viaje. Libros. Familia. Lolas, y Marina y sus niños. Madrid ya no me mata. Y vuelta, con María.
Domigo.
Mañana de fiesta. Mitin y amigos, muchos, y amigas (y un amago de nuevo inoportuno). No cabíamos allí, que también llenaban la emoción y el entusiasmo y las ganas. Reencuentro con Rosa, la ministra amiga a la que no pude saludar. Fuerte, enérgica y lista, como (casi) siempre. Cerca de los representantes de las organizaciones agrarias, detrás de Sara M. Un Rubalcaba inteligente y certero ('que el Estado de bienestar no sea un pálido recuerdo de algo que ocurrió en el siglo XX'). Un Bono que no se achica, con Rajoy-San Isidro en andas. Y José María Barreda, que sigue insistente en un objetivo preciso, 'que la vida trate con dignidad a todos los seres humanos'.
Sin estar, allí estuvo. La que no es nueva y ya perdió antes, la que desde la altura de sus tres sueldos milonarios cree que esta Región se puede gobernar a ratos (que no sé si libres, o si perdidos). Volverá a perder, y ganará Castilla-La Mancha.
Tarde de calma. Y noto cómo avanza el resfriado, cómo me voy quedando sin voz.
Ya sabes que no tenemos otra opción que ganar o ganar. Yo estoy tranquilo porque la impaciencia está haciéndonos recordar que esta derecha que padecemos no es aquella derecha europea.
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