jueves, 4 de febrero de 2021

en nombre de Dios

(…)

Quizá me pregunten qué entiendo por «espíritu» o por «intereses». Pues bien, lo espiritual, considerado desde el punto de vista político y social, es la aspiración de los pueblos a mejorar sus condiciones de vida, a hacerlas más justas y felices, mejor adaptadas a la dignidad humana. Lo espiritual es la aprobación de ese deseo por parte de los hombres de buena voluntad.

Los intereses saben que un cambio semejante reduciría algunas de sus ventajas y privilegios. En consecuencia, intentan impedir tal evolución por todos los medios, incluido el crimen, o al menos detenerla por un tiempo, porque lo hacen sabiendo que convertirla en un imposible está fuera de su alcance. El bando de los intereses está interviniendo en España y la destruye con una falta de pudor desconocida hasta la fecha.

En realidad, lo que viene sucediendo en ese país desde hace meses constituye el escándalo más inmundo de la historia humana. ¿Pero es que el mundo no se da cuenta? Me temo que no, porque los intereses asesinos no saben hacer nada mejor que volver al mundo estúpido, ocultar su verdadero carácter. El otro día me llegó esta información desde el lugar más sombrío de Europa: Alemania. «¿Quién habría podido imaginar que, cayendo del cielo azul, los Rojos de España fueran capaces de tales horrores?». ¡Los Rojos! ¡Cayendo del cielo azul!

Todo el mundo sabe lo poco revolucionarias que eran las reformas del Frente Popular español, esa alianza de republicanos y socialistas sellada por una victoria electoral decisiva y legítima.

¿Es que ya no tenemos corazón? ¿Ni razón? ¿Queremos que el bando de los intereses nos arrebate los últimos restos de buen juicio y de libre pensamiento cayendo en la trampa que montan con tanta destreza? De hecho, ocultan los instintos más bajos bajo la máscara de ideas de cultura, de Dios, de orden y de patria. Un pueblo que vive bajo el yugo de una explotación de las más reaccionarias desea una existencia más clara, más humana, un orden social que cree que le permitirá ser más digno de su propia humanidad. Para este pueblo la libertad y el progreso no son aún nociones roídas por la ironía y el escepticismo. Cree en ellas como los valores más altos y dignos de su esfuerzo. Incluso ve en ellas las condiciones de su honor como nación. Este pueblo se ha proporcionado un gobierno que se propone remediar —procediendo con prudencia y teniendo en cuenta las circunstancias particulares— los abusos más indignantes. ¿Qué sucede a continuación? Estalla una rebelión de generales al servicio de las antiguas potencias explotadoras, estalla con la complicidad del extranjero. La rebelión fracasa, está a punto de perder, y entonces los gobiernos extranjeros, enemigos de la libertad, acuden en su ayuda y, a cambio de promesas de ventajas económicas en caso de victoria, proporcionan a los insurgentes dinero, hombres y material de guerra. Gracias a estos alimentos, la lucha sangrienta prosigue, engendrando en ambos bandos una crueldad cada día más implacable. Contra el pueblo que lucha desesperadamente por su libertad y sus derechos humanos, se lleva a la batalla a tropas de sus propias colonias. Los bombarderos extranjeros destruyen las ciudades, asesinan a los niños. Y todos esos se hacen llamar «nacionales». Esos crímenes que claman al cielo se llevan a cabo en nombre de Dios, del orden y de la belleza. Si las cosas hubiesen sucedido conforme a los deseos de la prensa de los intereses, hace tiempo que la capital del país debía haber caído y las «bandas marxistas» debían haber sido vencidas. Pero la capital, medio destruida, aún se mantiene en pie, al menos en el momento en que estas líneas se escriben, y las «bandas rojas», según el nombre que prefiere la prensa de los intereses, es decir, el pueblo español, defienden su vida y los valores en los que cree con una valentía sobrehumana, una valentía en la que los más embrutecidos escuderos de los intereses deberían encontrar la materia de reflexión que podría llevarlos a descubrir las fuerzas morales que están en juego. (…)

 

Thomas Mann, España, en Jean-Pierre Barou, La guerra de España: reconciliar a los vivos y los muertos, Arpa, Barcelona, 2021.

**seguirleyendo 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...