La memoria es un hecho
individual, personal. Para preservarla del olvido tiene que ser contada, hacerse
compartida, convertirse en colectiva. Salir de sí para hacerse otra sin dejar de ser la
misma. Y para que se perpetúe, para ser histórica venciendo al tiempo, la
memoria tiene que quedar registrada: escrita, grabada, esculpida. De no ser
así, acaba por perderse.
Estamos aquí hoy para hacer
memoria. Para sacar del olvido a las olvidadas. Para recordar. Sin odio. Sin
rabia. Sin rencor. Porque hoy somos ellas, y ellas supieron siempre perdonar.
No estamos aquí para
hacer un ejercicio de desquite, ni para dar ninguna lección a nadie. No estamos
aquí contra nadie. Nuestra verdad, la que decimos hoy, es la que quiere abrazar
a todos en el encuentro y la reconciliación. Porque esa es la verdad que
aprendimos de nuestros abuelos, hoy que ya todos somos nietos. Eso, los que
pudimos abrazarlos: otros, otras, la aprendieron de sus abuelas. Que van
siempre con nosotros. De las que nos sentimos orgullosos. Orgullosas.
Teodora, Dionisia,
Gloria. Y todas las que hicieron a pie entonces, en invierno y en verano, el
duro y largo y triste e interminable camino al penal de Ocaña. Esta tarde va de ellas.
Va por ellas.
Estamos aquí, en la casa de la cultura, para hablar de un libro. Para darle las gracias a Javier por haber contado una gran historia.
(en la presentación, ayer, de Siempre supo perdonar, de Javier Ramos Nieto, Letrame Editorial, Madrid, 2021)
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