Otra
vuelta de tuerca
Me
estoy muriendo un poco cada día,
una
pizca, no más, una mota de polvo, unas escamas
horadando
la encía, enturbiándome el iris, sedimentando al fondo del alvéolo,
no
merece la pena, por tan poquita cosa, entregarse al fervor del
paranoico,
vivir,
a fin de cuentas, es un proceso irreversible,
respirar
pone
en funcionamiento la alegría, despierta las pasiones,
pero
enturbia la arteria a fuerza de insistir hora tras hora, quién
renunciaría
a abrir, al despertar, los vastos ventanales
para
que el sol nos colme, la luz nos alimente, el aire se abra paso en el
pulmón,
aunque
al fin nos escale la garganta la quemadura de un escalofrío,
las
mantas, el termómetro, el paracetamol,
nadie
puede
esquivar
siempre el golpe, hoy, por ejemplo,
me
cogió por sorpresa la franca hostilidad de una bombilla
fundida
en el espejo, algo
tan
mínimo y atroz que daban ganas de encerrarse a cal y canto
y
colgar un cartel de Se traspasa,
es
cierto que nada hay más seguro que la final inclinación de todo
afán
al desaliento,
al desaliento,
pero
esta tos, esta desesperanza,
este
pájaro huérfano picoteando en la boca del estómago,
a
qué negarlo, hoy
me
he muerto un poco más que de costumbre,
la
cuestión
es
cómo hacer ahora, sin reparar en bajas,
para
sobrevivirme.
(Eduardo
García*, en Duermevela, 2014)
*
el poeta, profesor de filosofía, murió en abril
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