martes, 5 de julio de 2016

día dos

Espectador en campaña. Día dos. 11 de junio

Pocos ecos de la campaña me llegan hasta este rincón donde la televisión está respetuosamente apartada.
Hablan en la prensa de que los hay que quieren -dicen- hacer de la patria el centro de su discurso, y del enfado de los que no han tenido tamaña ocurrencia (más los que se la ven con mirar la correa del reloj) y corren a vocear. No sea que se la quiten. La patria, no la correa.
Y dice para sí el espectador si no será mejor que, por no ser de nadie, lo sea de todos. Incluso de los que hemos llegado con el tiempo a la convicción de que la patria verdadera es, efectivamente, la infancia.
Leo que andan teorizando sobre la cuarta socialdemocracia. Lo cuentan, al parecer, los que saben de cuentas, y eso aunque se ganen un suspenso retroactivo al hacer comulgar con tal doctrina a quienes propugnaban el fin del capitalismo.
Y también se enfadan, y mucho, los que dicen ser (y serlo) de siempre. ¡Faltaría más!
Y piensa el espectador si no debería haber alegría por ver cómo vienen otros a sumarse a la defensa de tan, por lo que parece, codiciada posición ideológica.
De lo que no oigo hablar es de ese estudio sesudo que dice que el uno por ciento (1%) de la población del mundo detenta más del cuarenta y siete (47%) de la riqueza mundial. Y que la cosa ha avanzado en estos últimos cinco años: cada vez es mayor la riqueza que se concentra en menos manos.
Y ya que la socialdemocracia (¿la segunda?, ¿la tercera?) contuvo antaño el empuje casi irresistible de la desigualdad, ¿será esa la razón de su atractivo hoy?
Pues no sabría decirles si darán razón los que se declaran y los que se quejan de aquí a que acabe la campaña.
Tampoco oigo que digan nada ni los otros ni los unos del proyecto de la Unión Europea para ir reduciendo la brecha entre las habilidades -competencias, diría un servidor- del personal y las que requieren los nuevos oficios.
No sé si por estar la estrella europea de capa caída -razones no faltan- o porque se trata de la educación, nadie dice ni mú. ¿O esperarán al debate estelar 'a cuatro'?
Estoy seguro de que en los encuentros que no ofrecen titulares andará mi querido Gabilondo -don Ángel, que no es candidato- hablando de la cosa.

En lo local, valientes las mujeres que se conjuran contra el no saber y el miedo, casi siempre juntos, para vencer mejor al cáncer que amenaza sus mamas. No sé si, de paso, habrán ajustado cuentas con los precios de la medicación.
No ha podido estar este espectador donde debía. Allí donde esta noche se recordaba al compañero de vida de una muy querida compañera de afanes y de sueños.
Tarde me ha llegado la amable invitación, y otros requerimientos me mantienen lejos de donde se ejerce la solidaridad del recuerdo. Que debería ser campaña permanente.
Habría ido, de poderme organizar. Y no habría podido resistirme a mirar, aun de reojo, si la hornacina que corona la escalera noble del laico Ayuntamiento sigue ocupada.

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