Luego llegaron los grandes vientos
de agosto. Ponte en camino, dijo que le
habían dicho. Como cuando te dicen: ven.
La muerte llega y uno acude
al lugar. Se lleva la presencia
-la liviana presencia de gestos lentos-
ante la otra, fría y que pesa. Animado
pesar de los que viven y pesar
de lo exánime. Que avanzara
ante ti para guiarte, que marchara
tras ti para guardarte, pidieron;
trajeron viático o alimento para
el camino -conciencia, voluntad
e inteligencia, corazón-, para que vayas
y no huyas ante quien te atemorice, porque
aún no sabes cómo serás -raíz
en tierra árida sin figura ni belleza-. Nadie
dirá: quédate con nosotros, que atardece
y el día va ya de caída, nadie
hablará. Es el alba y alza
su camino, abre la ranura
por que salir al mundo sin sueño.
(Olvido García Valdés, de Y estábamos todos vivos)
El cometido de vivir. Qué desaliento. Afortunadamente, -discrepo- siempre habrá alguien al atardecer que nos diga: “Quédate con nosotros”.
ResponderEliminarUn abrazo