domingo, 20 de junio de 2010

y humanidad

Manuel Rivas escribe con el recuerdo de una mañana porteña, allí donde todos somos gallegos, de un Saramago que leía con el tacto de los ojos, como en braille, los nombres de los desaparecidos, muchos de ellos arrojados desde aviones militares al río. En todo caso, dice, él estaba allí, donde la atmósfera temblaba.
Y consigue Saramago -maravilla, rebelión, generosidad- que la realidad se sorprenda de sí misma.

Juan Gelman, que ha conocido el dolor de la pérdida y la emoción del reencuentro, le escribe a su amigo José, aquél que se dió por oficio el de apagar las sequías del alma y del espíritu.

Manuel Rivas y Juan Gelman han visto el rostro de los inquisidores, y han elegido la humanidad. Gracias.

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