domingo, 13 de junio de 2010

mercados sin voto

Razones del corazón aparte, cuando voto sé quiénes son las personas que quiero que me representen, dónde las puedo encontrar, cuál o cuáles son las organizaciones políticas a las que quiero confiar el gobierno de mis asuntos y mis intereses, qué compromisos figuran en sus programas. Es el voto, igual, directo, personal (y secreto, ya veis), esencia de la democracia. Y en democracia gobierna quien ha obtenido la confianza -temporal, siempre- de un número mayor de ciudadanas y de ciudadanos en un proceso abierto, público, expuesto a controles.
Nunca, y esto sí que lo juro, he votado por eso que llaman ‘los mercados’. Ni sé quiénes son, cuál es su nombre, dónde se domicilian, qué ideología tienen o cómo piensan. Nada sé de sus programas.
No sé por qué, entonces, esos mercados gobiernan a mi gobierno. A todos los gobiernos. Ni qué poderosas razones habrá para que los dejemos. ¿No habíamos quedado en que el poder reside en el pueblo?

1 comentario:

  1. El voto ha dejado de ser el problema. El verdadero problema es el cambio en el sentido de las palabras. Lo que ayer eran derechos se han convertido hoy en privilegios: sanidad, educación, pensiones, trabajo...

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