(…) Cada mañana,
en la escuela, juraba fidelidad a la bandera de nuestra patria. Junto
con mis compañeros de clase, entonaba un canto a sus maravillas en
el salón de actos. Celebraba con entusiasmo las festividades
nacionales, y sin pensar dos veces en mi afinidad con los fuegos
artificiales del Cuatro de Julio, el pavo de Acción de Gracias o los
dos encuentros consecutivos de béisbol que se celebraban entre los
mismos equipos el 30 de mayo, el día en que se decoran las tumbas de
los soldados. Nuestra patria era los Estados Unidos de América.
Entonces los
republicanos proclamaron a Lindbergh candidato a la presidencia y
todo cambió.
(Philip Roth, La
conjura contra América)
No hay comentarios:
Publicar un comentario