miércoles, 16 de enero de 2013

salar

Baisers volés (Besos robados en España, La hora del amor en Argentina), de François Truffaut, es una película ya antigua, nada menos que de 1968. Más reciente, de 1991, es Los amantes del Pont-Neuf, que en cada visita a París quise comprar -sin conseguirlo- hasta que alcancé a encontrarla en una colección 'especial' en la Feltrinelli de Roma, tan argentina ella. Y demorando su visión he estado hasta antesdeayer, sin que alcance a saber bien por qué ahora, tanto tiempo después.
La fuerza de la historia -de mi historia- me empuja a no poder ver nada que tenga relación con París sin que asocie momentos, luz, sabores, trajines, libros, niños, pérdidas, lajoiedelire, tiempos y cerezas, farmacias, gritos y susurros, estanques, le poulidor, sonidos, rayuelas, jardines y sorbonne... Visitas efímeras, rápidas casi todas si hago el paréntesis de aquella iniciática -el París de Nacha y de Cortázar- y de la muy divertida estancia en aquel Liceo procolonial que acabaron bautizando como alcatraz alumnos y profes, feliz intercambio de papeles y de arriesgadas excursiones nocturnas a los dormitorios de ellas, rigurosamente separados y vigilados, sin permiso de madame, c´est pas posible, nous tous sommes mariés!

La fuerza de la historia de esos amantes tan singulares que se hace más fuerte y mayor con la de la música y la de las luces. Belleza la de esa luz que acerca y aumenta la tan escasa ya de los ojos de Michèlle para poder gozar, caballera a hombros de ese sampedro clochard que guarda las llaves del cielo y los museos, de la que Rembrandt dejó en su autorretrato. Belleza la de las notas de los violonchellos, que me recuerdan siempre la visión fugaz de la joven de Rayuela. Sí, aunque a la Maga le gustara frecuentar otro puente. Aunque la gabarra por el Sena hubiera podido ser la que nunca abordaron los héroes de papel.

Me viene a la cabeza, más ocupada en estos días por sintagmas y parasíntesis, la peli de Truffaut porque leo en la promoción habitual de viajes que quisieran tener sentido una que aconseja los diez mejores lugares para robar un beso. Sin que el autor amigo sepa que de esos ya no hay, que murieron todos el día aquel que, deseados, no se dieron.
Entre ellos, claro, el Pont-Neuf. Ese lugar donde esperan, sin encontrarse, todos los amantes que en el mundo han sido.

Y fuera de lista, como al descuido, la llanura blanca y luz del Salar de Atacama. Donde puede -allí sí- que el silencio que duele como el frío encuentre su sentido más completo.

2 comentarios:

  1. LOS AMANTES
    ¿Quién los ve andar por la ciudad
    si todos están ciegos?
    Ellos se toman de la mano: algo habla
    entre sus dedos, lenguas dulces
    lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
    y arriba está la noche llena de ojos.
    Son los amantes, su isla flota a la deriva
    hacia muertes de césped, hacia puertos
    que se abren entre sábanas.
    Todo se desordena a través de ellos,
    todo encuentra su cifra escamoteada;
    pero ellos ni siquiera saben
    que mientras ruedan en su amarga arena
    hay una pausa en la obra de la nada,
    el tigre es un jardín que juega.
    Amanece en los carros de basura,
    empiezan a salir los ciegos,
    el ministerio abre sus puertas.
    Los amantes rendidos se miran y se tocan
    una vez más antes de oler el día.
    Ya están vestidos, ya se van por la calle.
    Y es sólo entonces
    cuando están muertos, cuando están vestidos,
    que la ciudad los recupera hipócrita
    y les impone los deberes cotidianos.

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  2. SIEMPRE....

    http://www.youtube.com/watch?v=ncs4WlWfIZo

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