sábado, 9 de junio de 2012

moralidades

El premio de las Letras que Asturias ha concedido a Philip Roth viene a amortiguar el desaire del Nobel que se le niega. Roth es un escritor irreverente e incisivo, cáustico, mordaz. Irónico también, y divertido. Y, a la vez, custodio de una base ética y cívica, democrática, que está en el suelo y en el vuelo de toda su escritura. Es la suya una reflexión moral sobre un tiempo que pierde aceleradamente los cimientos en que se fundó la cohesión fuerte de nuestras sociedades: las de la vieja Europa, las de los Estados Unidos de América. Basta con leer La mancha humana, Pastoral americana o La conjura contra América.

Murió Ray Bradbury. Con mis alumnos, cuando entonces, leíamos Fahrenheit 451 y el empeño moral de unos pocos, mayoría anticipada, por mantener el valor y los valores frente a la corrupción del lenguaje y el engaño. Cada hombre, cada mujer, un libro. Todos juntos, el saber y los principios fundantes de una comunidad. Con la memoria -lo que de más íntimo tiene toda persona; lo que, junto al deseo, la constituye- como única herramienta. Para poder, como Clarisse, mantener el derecho a hacerse preguntas y a preguntar.
Confieso que nunca leí sus Crónicas marcianas, pero me cautivó esa delicia de nombre El vino del estío que me recomendó G. Hace tantos años de eso que parece casi un sueño.

En la prensa,  entrevista de Adam Michnik a Napolitano, el viejo comunista de ayer convertido hoy en la referencia moral más clara de los italianos. El Presidente de la República constata en su país -es persona prudente y educada- un particular empobrecimiento cultural y moral de la política, y la expansión de un modo de hacer política que ha perdido la fuerza de los ideales, de los principios morales y de la dimensión cultural. Un clima éste -dice Napolitano- propicio para que prospere la corrupción. Una Europa unida es la mejor respuesta a la crisis (no hay otra alternativa que la unidad), una Europa donde se reafirme y se refuerce el concepto de solidaridad.

Esta tarde, al parecer, se decide nuestro rescate. Algunos, sobre todo los que no queremos dejarnos envolver por los engaños de un lenguaje amañado, pretendemos seguir preguntando. ¿De qué nos rescatan?, ¿de quién?, ¿a quiénes?. ¿A qué precio?, ¿a cambio de qué?. ¿Para qué?
¿Quién nos dirá la verdad del rescate?, ¿quién señalará a los responsables?, ¿quién exigirá responsabilidades?. Un país decente tiene derecho a conocer las respuestas.

Hoy, cuando más falta nos hace, tenemos un país cansado y confuso, preso del miedo, y un presidente de Gobierno inepto e incapaz, sin el coraje preciso para llamarnos a todos a un trabajo colectivo y solidario. No por lo que le sobra -como a muchos de los suyos, arrogancia y desprecio por los que no piensan como ellos- sino, sobre todo, por lo que le falta: autoridad moral. La que ni dan ni prestan las mayorías, por absolutas que sean.
Y una oposición política -la mayoritaria, a la que pertenezco y en la que me reconozco- que no acaba de tener claro que la obligación de arrimar el hombro y colaborar sin reservas -el dolor de la crisis no entiende de carnés de partido- debe ir unida a la exigencia irrenunciable de la verdad y las responsabilidades. Sabemos bien que sin verdad no hay democracia.

3 comentarios:

  1. Es un momento cruel: para enterarme de lo que pasa en España vuelvo a leer periódicos del extranjero. Tontos habituales arremeten día sí y día también contra los parlamentos, los asesores y todo el entramado político del que descreen hasta la naúsea. El PSOE no tiene ninguna estrategia. Me huele todo a pacto de oligarquías donde nadie pregunta por lo del otro no vaya a ser que tenga que contestar de lo suyo. Y el pueblo, encantado de no tener que decidir nada.

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    Respuestas
    1. Pues a escribir. A pensar. A contar. A galopar. A no callar. A remover.
      El 29 vuelvo. Me regresan. (Es el día de mis santos, y los santos patronos de Roma, que los festeja con un día festivo). Yo no me quedaré a la fiesta, que ni siquiera va por dentro.
      Lo que no sé es qué reiniciaré. Parece que no nos hemos movido de donde partíamos hace ya tantos años. Y con lo que hemos caminado.
      Lo único que sé es que habrá que construir mallas de solidaridad que palíen los desguaces y no dejen en el desamparo a los que no tienen otra cosa, que habrá que estar donde y con la gente. Y que eso no se hace desde las agrupaciones.

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  2. Cicerón decía que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.
    Ya va siendo hora de que NO NOS CALLEMOS. ¿No?
    Ya va siendo hora de que NOS digan TODA la verdad.¿Si?
    Gracias por el lenguaje simple y sin artificios
    (como el de la verdad) y por las moralidades.

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