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foto de Luis Sevillano |
Y si el redactor habla de alguien que no pensó en volver a verlos abiertos antes de su jubilación, yo quiero recordar que el hoy es, en buena medida, fruto del ayer. Porque hubo políticas que miraron más allá, mujeres y hombres que se afanaron por hacer ver más allá y pelearon por ello, gobiernos con lucidez suficiente (y un pelín de valentía) como para dar a luz el Plan Especial del Alto Guadiana, fuerzas políticas de izquierdas -en algunos momentos, unas más que otras- que apostaron, y en más de una ocasión contra corriente, por otros sistemas de producir y de cultivar.
Recordar a los movimientos ecologistas de allí es un reconocimiento de gratitud obligado. Obstinados, tenaces, a veces hasta el límite, que también. Y también a personas entregadas a la causa, no pocas en verdad (pero tampoco en demasía).
Si alguno las agrupa y representa es, sin duda, Enrique Calleja. El director -ahora cesado, claro está- del Consorcio Alto Guadiana, su alma y motor. El premio a su profesionalidad, y a sus éxitos indiscutibles, ha consistido en la denegación del reingreso a su puesto de trabajo de origen por parte de aquellos que hacen de la venganza y el rencor herramientas notorias de su actuación. Políticas, las llaman.
El Consorcio, hoy en desguace, y el Plan, me temo que con una suerte pareja, fueron instrumentos de recuperación y conservación. Que los que se dicen conservadores parece que se prestan a arruinar. Quizás piensen que también las Tablas han vivido 'por encima de sus posibilidades' .
Quieran los dioses -y si fuera el caso, contra los hombre- que el Guadiana aguante firme con los ojos bien abiertos.
Así sea. Bs.
ResponderEliminarGracias por tu pequeño reconocimiento a los movimientos ecologistas y a las personas que anónimamente se entregan a la causa.
ResponderEliminarAllí abrió también los ojos mi abuela. Y aunque marchó fuera siendo muy muy joven, nunca olvidó aquéllos otros ojos (los del Guadiana) que hoy nos traes, de los que tanto me habló.
ResponderEliminarMi reconocimiento a todos los que hicieron posible que hoy esto sea una realidad.
Y mi abrazo a Felipe que, allí mismo, abre sus ojos cada día y los mantiene bien abiertos.
Un abrazo
La primera cosa que me sorprendió cuando llegué a vivir a Herencia es que hubiese tanta remolacha en tierra (que yo creí) de secano. La segunda es que por más que miraba y remiraba al pasar por el cartel que en la N420 avisaba de Los Ojos del Guadiana, allí no hubiese ojos ni Guadiana sino finca arada.
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