
Por entre aquellas butacas, y en medio de los saludos, evocaciones. Las horas con Mario, el Delibes que leí temprano, la clara certeza de que el teatro es sueño y emoción, pasión y vida. Y en Lola, hecho carne y ternura, verdad.
Entre las evocaciones, la memoria de una confesión dolorosa, casi inconfesable, y valiente. Y las lágrimas de homenaje a su madre.
Le di las gracias (y recuerdos) y le hablé de afectos. Le dije, sencillamente, que la queremos.
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