domingo, 23 de mayo de 2010

música con tarta y versos


En la casa de mis padres hay música, mucha más de la habitual en estos caserones de pueblo con patios ya sin granado. Y no faltan los libros de poesía. El Memorial de Isla Negra, que de allí les traje en su día, convive en la mesita de la sala pequeña con una Antología de José Hierro. Y por allí andan, siempre a mano, los Poemas de amor y de guerra de Miguel Hernández, Proverbios y cantares de don Antonio Machado y hasta cosas de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús -la santidad no es per se atributo de poetas- revueltas con otras de JRJ. Puede que Ángel González se haya refugiado en otro armario.

Ayer tocaba regalo de cumpleaños del padre y abuelo. La tarta, de los nietos, con el escudo del Atléti, que son mayoría los colchoneros en esta familia en la que sobresale la perseverancia de la madre, fiel a la nostalgia vallecana de su Rayo (¿'Y en qué división dices que anda este año'?). Y a la más pequeña, madridista del Real, le parecía que lo mejor de la tarta eran las barras blancas del escudo. No hubo nada, sólo el soplo de las dos velas, el 8 y el 3 que el abuelo quiso arreglar cambiando de lugar la primera, 'que el orden de los factores -y lo decía muy serio- no altera el producto'. Nada más hubo, pero pensé para mí solo en otros padres que se fueron a destiempo, sin aviso siquiera para una despedida, más jóvenes ya para siempre de lo que lo son ahora sus hijas e hijos.


Tocaba regalo. Música, su pasión. Y poesía, que leerán los dos con esos ojos nuevos liberados de sus cataratas. De Neruda, la gran Antología General que conmemora ese Congreso de la Lengua Española que no se llegó a celebrar en Valparaíso: tembló la tierra y Chile vino de nuevo, una vez más, a nuestro corazón. Versos que cantan a la vida y el futuro, al amor y la esperanza. A Pablo y a Matilde, a Salvador, a Violeta.
En la dedicatoria -me gusta dedicar los libros que regalo- le dejé dicho que Pablo Neruda no alcanzó a vivir setenta años, pero nos dejó unas memorias -Confieso que he vivido- que cantan y celebran el amanecer de cada día sobre el mar azul desde su alcoba en Isla Negra, y con versos tristes el tiritar azul de los astros a lo lejos en cualquiera de sus muchas noches estrelladas.

Esta mañana hemos compartido el asombro renovado de la belleza, la alianza esta vez de la música y los versos. Sonaba Im Abendrot, la que más nos gusta de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss. Ajenos por completo a la nostalgia, se reproduce la magia que jamás alcanzará el ocaso.

2 comentarios:

  1. Muchas Felicidades a ese padre y abuelo y que mejore las dolencias.

    Los versos regalados de Neruda,sin duda,son amor,piedad,solemnidad,generosidad,lucha....

    Seguro que los ojos renovados encontrarán en Pablo inmensas razones para seguir solemnizando la existencia.

    ResponderEliminar
  2. Quizá ese escudo, que afea la crónica tan bien traída...

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...