viernes, 21 de mayo de 2010

sopa de estrellas

Ha sido éste un mes de zozobra y hospitales, de noticias que no sonríen. Y aún falta más de una semana para que, con el Día de la Región, se clausure un mayo al que deseo un pronto olvido.
Antes, escogeré algún momento para el recuerdo grato, tal que la sonrisa fresca y ancha de Lucía y la alegría en la cara de Javier, que se nos han hecho mayores de repente en el vaivén entre Hamburgo (¡¡Atléeeetico campeón!!) y Madrid, donde viven y se acaban de casar. O algún día que hubiera querido eterno, por más que laborable y viajero. O los cumpleaños de mi A y mi P -tan de mayo-, y de RN, mi otra niña grande.
Escribe Enrique en su blog de recuerdos que le llevan al de su padre. Y ayer mismo -gracias, Blanca- volví a sentir la fortuna de quien, como yo, puede celebrar un nuevo cumpleaños del suyo. Mañana cumplirá mi padre 83. Un año más, que ya no será, con todo, un año como cualquier otro.
En este mes de mayo, de poco sosiego y de hospitales, le he dado por primera vez de comer a mi padre, niño de pronto. Sopa de estrellas. A pequeños sorbos. Sus manos, siempre tan fuertes, no tenían fuerza para sostener la cuchara.

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