jueves, 21 de enero de 2010

epifanía

La tierra tiembla de nuevo en Haití y se desvanecen las últimas esperanzas de los más optimistas. Y la derecha de aquí -las derechas- va mostrando poco a poco su verdadera cara: en el asalto al poder no cabe la piedad, tampoco -si falta les hiciera- la justicia ni el decoro. Dame tu voto, que -de paso- te arrebataré tu dignidad.
Siembra la discordia y alimenta las raíces del odio. 'No cabemos todos', dicen, y vuelven a señalar con el dedo al otro, al distinto, al forastero, al menesteroso: al emigrante. Dirigentes sin memoria.
Ni salud ni educación, ni el pan ni la sal. Sin papeles, hombres y mujeres sin patria ni padrón, menos que anónimos, borrados del presente y de la historia. Ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos.
Protectores de la vida y la familia.
En la noche oscura mi alma desea tan sólo que nuestra bendita España no tenga que lamentar el largo y escandaloso silencio de las buenas gentes en el que se suele incubar el huevo de la serpiente.
Y es el tiempo de que las conciencias cristianas, a derechas e izquierdas, den un repaso a las obras de misericordia (dar de comer..., dar de beber... dar vestido, dar posada...). ¿O han dejado ya los pobres de ser bienaventurados?
Ansioso estoy de oir la voz de los pastores de todas la Iglesias.

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