La desmesura es cosa de países del Trópico, o de las historias que
aparecen en la biblia. Por eso a Plinio, aquella vez, le llovió no
más una semana entera. Que no es poco tratándose de Tomelloso, que
no es lugar de figurar en los mapas tropicales ni -que
se sepa, aunque no seré yo quien ponga la mano en el fuego- se
encuentra entre los de
reseñar de las sagradas
escrituras.
No
es poco, no, pero tampoco son los cuarenta días, con sus cuarenta
noches, que acostumbran por esos sitios de parecer que se acaba el
mundo. A mi me pasó aquella vez en Guatemala, de
noche, y era como si los cielos se quisieran juntar con la tierra,
que ríete tú de lo que llaman cortina de agua, aunque son las dos,
los cielos que caen y la cortina rasgada,
figuras que han dado mucho juego en
estos afanes de la escritura.
Ahora, es verdad, se
llevan menos.
De
desmesura, las cifras que manejan estos días en los telediarios. Sin
ir más lejos, hoy, domingo de confinamiento, hablan de que se acerca
ya a los setecientos mil el número de contagios en el mundo. La
locutora dice infectados, que es palabra de más impacto, como más
sucia. De darte ganas de ir a lavarte las manos otra vez. Bien
lavadas, por delante y por detrás, el jabón bien extendido. Y
si es casero, tipo Lagarto, dicen que mejor.
Yo
sé que son muchos más. Y tú también lo sabes, que ni Mariángeles
ni los suyos están contados, aunque
sí Adela y no
su chica, ni
los que te dicen que creen que lo han pasado. Valentín está seguro
del todo,
pero ya mejor, y cuenta que le ha vuelto el olfato y hasta el gusto
-el del sabor, dice él, y los dos lo entendemos-, Julián dado de
alta y Pepe ingresado y a la espera de la mejoría. Los dos, Pepe y
Julián, con Montse, se encuentran entre los del recuento. Pero dime
tú en el Congo. O en la India. Mismamente en el Brasil, con ese
tontólculo que tienen de mandatario. Aquí entre nosotros se dice
que son ya seis mil quinientos treinta y uno, con esa precisión
-fíjate bien- del uno, los fallecidos.
Con
este panorama se me quitaron las ganas de escribir. Además, con la
de diarios de la cosa que veo en los periódicos y los que empiezan a
brotar entre mis habituales tengo más que bastante. Y no creas, que
los hay ingeniosos y hasta muy bien escritos. O hablados, y no miro a
nadie. Así que me he
dado al sudoku y poco más, las lecturas espaciadas y dispersas. He
dado, más bien, en pensar en
la fragilidad del mundo, y
ya te veo venir y me dirás que me puede la desmesura, y en que el
mundo es cada vez más ancho y menos ajeno, y que me perdone don
Ciro. Y que a esa fragilidad se le viene oponiendo, y yo es que lo
veo así y más en estos días, la fuerza siempre amable de las
mujeres. A lo mejor empieza a ser ya tiempo de que el mundo cambie,
de verdad, de manos.
Estas
cosas, algunas, las he dicho por ahí y no falta quien me las
discuta. ¡Qué
le vamos a hacer! Pero yo
miro a María, mi sobrina, de tan dulce casi etérea, y me pregunto
de dónde saca esa energía que no le prestan ni la mascarilla ni el
epi
y que se le aparece en los ojos más vivos que le haya visto nunca.
Mujeres que son ya primera línea del futuro que se nos viene.
Estos
días también hacemos
bromas. Dan mucho juego los aviones de la China que se le han perdido
a la presidenta de Madrid, y no menos los tertuliarios del donde dije
digo digo diego y al revés para que me entiendas, mercenarios los
más y de dignidad escasa. Pero no me vienen las ganas de escribir y
ya no me quedan casi sudokus y hasta el papel se resiente de tanto
borrarlos para hacerlos de nuevo. Sé
que le tengo que poner remedio. Puede que no sea mal consejo aquel
que me dio, cuando todavía se podía caminar camino de la domus, mi
amigo el poeta una de las últimas veces que salimos a andar Paco y
yo. Tú empieza, y ya te vendrán las palabras. Haz, por ejemplo, que
la chica esa que me dices que llega de Francia se baje del tren en
Valladolid. Y luego ya sigue por donde te parezca.
No
parece mala idea, y hasta podría funcionar. Tampoco
es que sea insalvable el
inconveniente
de
que se estén aligerando
las comunicaciones y los trenes lleguen
-todavía: ya veremos mañana- solo hasta la frontera, que la ficción
da para eso y más. Aunque por respeto al ministro no montaré a
Lunita en el Avlo, que retrasa su puesta de largo hasta
después de, a no ser que
el tiempo de la escritura se
demorara tanto que hasta le alcanzara el billete para su viaje
inaugural. A mi Paula, por cierto, le han anulado los suyos.
Días de espera, de los de andar con el mundo a cuestas y la vida en
vilo.
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