domingo, 13 de octubre de 2019

poema y valor


     A estas alturas de la vida, prefiero entender el poema como un desencadenante de lo poético y la poesía como una vivencia subjetiva a partir de un estímulo. Que la poesía se dé o no con motivo de un texto en verso se me figura una cuestión de segundo rango. Algo se ha movido dentro de mí con parecida intensidad a la vista de ciertos paisajes, ante un tramo de prosa o una secuencia de película, escuchando música o siendo testigo de un noble gesto moral. Este valor poético es una de las experiencias más positivas al alcance del ser humano. Por eso gusto de llamarlo valor, en el sentido de cosa grata y valiosa. No es verdad que activar lo poético (o encontrarlo y sentirlo, aunque haya que cavar muy hondo hasta dar con la veta) requiera de la alta cultura; sí de una determinada sensibilidad o, si se prefiere, de un paladar educado y predispuesto. Veo difícil que la poesía se encarne en el hombre bruto. Juzgo imposible que se consume en la ruindad.

Fernando Aramburu, de la Nota preliminar a Vetas profundas, Tusquets, 2019

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