A
estas alturas de la vida, prefiero entender el poema como un
desencadenante de lo poético y la poesía como una vivencia
subjetiva a partir de un estímulo. Que la poesía se dé o no con
motivo de un texto en verso se me figura una cuestión de segundo
rango. Algo se ha movido dentro de mí con parecida intensidad a la
vista de ciertos paisajes, ante un tramo de prosa o una secuencia de
película, escuchando música o siendo testigo de un noble gesto
moral. Este valor poético es una de las experiencias más positivas
al alcance del ser humano. Por eso gusto de llamarlo valor, en el
sentido de cosa grata y valiosa. No es verdad que activar lo poético
(o encontrarlo y sentirlo, aunque haya que cavar muy hondo hasta dar
con la veta) requiera de la alta cultura; sí de una determinada
sensibilidad o, si se prefiere, de un paladar educado y predispuesto.
Veo difícil que la poesía se encarne en el hombre bruto. Juzgo
imposible que se consume en la ruindad.
Fernando
Aramburu, de la Nota preliminar a Vetas profundas,
Tusquets, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario