viernes, 5 de abril de 2019

aprilia

Yo he pasado una vergüenza enorme viendo a los españoles “demostrar” su españolidad. Porque no se trata, en su caso, de mostrarla, sino de demostrarla. Es algo terrible. La ostentación de la “españolez” me provoca náuseas allí donde la reconozco, ya se trate de un baile regional, de una romería popular o de un evento deportivo. El otro día, una periodista me preguntó a bocajarro: “¿Sigue usted odiando a España?”. Hombre, dicho de esta manera suena como una solemne estupidez. ¿Cómo odiar España así, en abstracto? Odio a España cuando pienso en los toros o en la fiesta del Rocío.

(Rafael Sánchez Ferlosio, entrevistado por Ignacio Echevarría en El Cultural, 27/03/2015)


[…] Y en ésas estamos. Pintan bastos. Nada contra el hastío. Sólo cantamañanas y talibanes, piratas y bucaneros, mujeres pirañas y amigos de alquiler, guiris y guripas, poltronas y prebendas, zombis y clónicos. Maneras de malvivir. Todo se descompone y estalla en mil pedazos con facilidad intolerable. Sube la marea de la ambición y la desmemoria. A este paso, si me voy al infierno, tendré mucha compañía. La vida hoy es un contrato basura y sólo me quedan estos escritos corsarios, estas pequeñas radiografías de un agridulce deterioro, para contarlo sin cortapisas. Especulaciones inciertas y disidentes sobre la casualidad o el destino.
Quizá la existencia, el amor y la muerte no sean sino una sucesión de coincidencias. Quizá sólo cabe dar un portazo al dios dinero o sumergirse en el chantajismo permanente de la vida fácil. Nobles prejuicios, dirán los que nunca saben dónde está la diferencia. Ridículos. Falta coraje y es hora ya de soltar lastre. Que retornen la pasión y la utopía. Que al fin triunfen el ánimo transgresor, la sonrisa fresca, la belleza natural y la imaginación portentosa. Uno, de momento, continúa refugiándose en la escritura íntima y denunciando lo evidente: ese imparable acoso moral del que somos víctimas en este inhóspito lugar planetario repleto de individuos sonámbulos, indolentes, tristes, rancios, golfos, envidiosos, mediocres y hasta esquizofrénicos. […]

(Raúl Carlos Maícas, La nieve sobre el agua, Fórcola, 2019)


Esta misma mañana, en una emisora de radio, intento escuchar lo que se anunciaba como un debate -finalmente trasmutado en monólogo de sordos- sobre distintos programas electorales en materia de economía. Solo saco en claro que a Lacalle, al que llaman ‘gurú económico’ (¿?) del PP, abomina de la izquierda que solo trae despilfarro y miseria, y le gusta Raphael. Más en la línea de su abuelo que de su padre. Eso sí, lo que menos disimula, junto a su aversión a los impuestos, es su evidente mala educación.
Y en mis adentros, mientras, voy pensando en el refranero. Dime de qué presumes…

1 comentario:

  1. Buen florilegio. En algún momento don Juan habló de españolhez.

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