Escribo
nido
no
pecho no carne no cielo
I
Solo
hay una forma correcta de llevar un registro
de
aves:
–el
sujeto que observa y anota siempre es el
mismo
–las
manos que agarran son siempre las mismas
–los
animales que se escriben tarde o temprano
hacen
el nido
–en
ningún caso se permitirá el retorno de un
animal
del cuaderno enfermo al cuaderno sano
–las
aves y este cuerpo siempre buscaron la
caída
–hombres
y animales siempre comparten la
misma
página
II
así
la palabra pecho, así la palabra nido
así
esta sucesión de manos que han pasado
siempre
por la misma parte de mi cuerpo podría
constituir
una narrativa;
no
una sucesión de gritos, no una sucesión de
espacios
porque
vosotros
siempre
os refugiáis
en
mi pecho que es isla
en
mi pecho que es paraíso
en
mi pecho que es cúmulo de leche invisible,
sudor
y sangre
yo
que os enseñé con esta parte de mi cuerpo a
tener
hambre, soy incapaz de responder si me
preguntan: señorita,
diga la región exacta,
concreta,
única, señorita, dígame todos los
nombres
correctos de vasos y venas, ganglios y
linfa,
músculos y grasa, tipo de divisiones y de
células...
pero señorita, ¿cómo que no lo sabe? si
estamos
hablando de su propio cuerpo
no,
no, y no
pero
quizás puedo decirle, señor,
mientras
mira atentamente esta parte de mí
esta
parte de grieta y ayuno,
este
sitio donde anidaron todos los hombres de
mi
vida:
(sí
mi abuelo, sí mi padre, sí mis hermanos, sí él
que
hizo posible la caída, sí, el que ensuciaba
todas
las calles con el nombre de arthur cravan)
sí
todos los animales que he alimentado como
los
hijos que no tengo,
porque
ya sabe,
yo
soy un vientre vacío, mamá
y
no soporto que escribáis sobre vísceras y venas
sin
haberlas tocado:
hablo
de tener las manos ardiendo y empapadas
de
sangre, hablo de los últimos movimientos y
de
lo caliente que está un cuerpo antes de
marcharse.
hablo
de saber señalar en el mismo órgano
moribundo
el dolor exacto, el agujero recién
nacido.
por
eso os digo, si os preguntara:
¿qué
cantaríais?
III
venid
que yo os enseñaré a tener siempre
hambre
venid
que yo os enseñaré qué es la verdadera
pureza
venid
que yo os enseñaré sobre anatomía y
animales
venid
que yo os enseñaré a elegir bien entre la
carroña
venid
que yo os enseñaré a alimentar a los
buitres
hermanos
venid
que yo os enseñaré a diferenciar el poema
de
la cacería
venid
que yo os enseñaré qué canción hay que
cantarle
a la muerte
IV
porque
vosotros con esta parte de mi cuerpo os
comportáis
como pájaros
porque
a todos vosotros os cobijé en la misma
región
anatómica, y aunque solo sepa de cuerpos
y
enfermedades de animales, podría equiparme
con
cualquiera de ellos y deciros que
tengo
el corazón de vaca
tengo
los dientes de perro
tengo
la placenta de yegua
tengo
el vientre lleno de leche de gato
para
las crías que invento
porque
yo los he abierto para aprender a
delimitar
de manera concisa y exacta
qué
trozo de carne debo tocar para que un cuerpo
de
carne no se derrame
por
eso os digo
que
yo,
que
me he quedado dormida mientras os
amamantaba,
yo
que he sido ofrenda y alimento,
rastrojo
y desperdicio,
sal
y lágrima,
puedo
deciros otra vez
la
razón por la que seguís comiendo de mí
(sí
profesores, sí hermanos, sí amantes)
Porque
habéis aprendido como esa especie de
pájaro
a construir solo el nido en árboles que se
preparan
para morir.
Porque
habéis elegido lo que se esconde y lo que
hace
latir, el mismo fluido incansable infinito del
color
de la leche.
Mientras
os lloro,
mientras
con mi propio cuerpo
os
doy de comer.
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María
Sánchez*, Cuaderno
de campo, La
Bella Varsovia, 2017
*mujer, veterinaria de campo, poeta
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