domingo, 19 de marzo de 2017

arrempujar

Mi padre emplea de siempre unas expresiones particulares que han ido haciéndose, con el tiempo, santo y seña de su decir. Inconfundible su ¡alto al ambo!, la enseña más alta de su admiración por un suceso, un dicho, una cualidad o una persona. Y no vale valeres. Que es otra de esas de las suyas que tan certeramente lo caracterizan.
Si ustedes oyen alguno de estos dos giros, no lo duden. Es mi padre, Julio Rojas, que le aplicaron de mote el segundo de sus apellidos, vaya usted a saber por qué. Aunque hay en su habla habitual unos cuantos decires más, digamos que más ordinarios, y especialmente los que traducen un cierto aire autoritario, y no se hable más, que lo retratan igualmente. Sobre todo cuando no le gusta la deriva que va tomando una conversación o si le contradices cuando él, como es su costumbre, piensa que lleva toda la razón. Y así sucesivamente, que confiesen conmigo que es dicho más propio de aparecer escrito.
Y no digamos ya de la especial semántica que aplica de continuo en su conversación. Así cuando traduce como extorsión -sí, eso mismo que están leyendo- lo que no es sino percance o contratiempo. -Hace unos años -le dice a la otorrino- tuve una extorsión que me afectó al oído derecho. Y la mujer me mira, y con los ojos le pido compresión, y me entiende. En ese caso, la tal extorsión fue un forúnculo que según él le fue privando de la audición.
Una extorsión es como un chantaje, le digo a mi madre esta mañana, y mi madre se ríe y no para. Le está contando a su nieta de cuando tuvo su enésima extorsión, que se cayó de la bicicleta y tuvo que dormir tres meses en tablas, y desde entonces le empezó esto de andar con dificultad, que piensa él que no acabó de curar del todo. Y todavía no tenía los treinta, así que imagínate. Y no vale valeres.
Anda encorvado, y le flojean las piernas, que ya casi no lo sostienen. Y como ha perdido fuerza en los brazos, ha ido dejando de usar el andador, ese que es también asiento si le pones el freno para que no se mueva. Silla de ruedas no quiere, que digo yo que es cosa sicológica.
Es ahora su andar un andar pausado y lento, más que ese de los fotogramas de cine a cámara lenta. Fatiga da con solo verlo, y ver el esfuerzo que necesita un paso, y luego otro, y otro más. Hasta el tiempo parece que se detenga para ponerse a su compás. Como para que viniera ahora un torete de cinco años, que es, era, otro de sus dichos favoritos cuando no andábamos diligentes.
Lo suyo con el lenguaje es de suyo curioso. Tal su afán por corregirnos a nosotros, sus hijos, de pequeños. Que memoria guardo de una corrección en forma de sopapo o pescozón -ya no recuerdo la modalidad- por mi entusiasmo en narrar los prolegómenos de una tarde de cine, apretones a la entrada, en que los chicos arrempujaban. Y a cada arrempujón que yo decía, sopapo él, o pescozón, que me ganaba. Empujar, se dice empujar. Para cuando llegó la corrección paterna, mi cara un tomate.
Como es natural. Otra de sus muletillas. Esta, para comenzar la frase en que, como de pasada y como quien no quiere la cosa, reafirma ya de entrada su autoridad. A veces la pronuncia al final de la frase. Y así redondea lo dicho. No hay equívoco posible. Ni quien se atreva a llevarle la contraria, las cosas como son.
Lo cierto y verdad es que el elenco y variedad de la particular prosa hablada de mi progenitor es amplio. Y ampliándose está con la edad, máxime cuando le da por ponerse ya sea místico, ya solemne. Los derroteros apuntan entonces al surrealismo más depurado, sin que de nada sirvan diccionarios de dudas y dificultades. Ni siquiera alcanzan los de seudónimos, escasos por igual el María Moliner y el del amigo Manuel Seco.
Cosa que sucede, y con frecuencia creciente, en la más doméstica de sus locuciones. Si le oyes decir tráeme uno de colores sabrás que quiere un flan de postre, y un yogur si lo que pide es uno de esos corrientes. Y es que lo de mi padre es pura creación. ¿Acaso no decíamos que la maravilla del lenguaje humano y la propiedad más preciada de la doble articulación es esa capacidad de producir con un repertorio tasado de fonemas un número infinito de mensajes?
Y dio la fatalidad de que al consultar el diccionario estaba allí: Arrempujar 1.tr. desus. empujar. U. c. vulg.

2 comentarios:

  1. Quizá en lo de extorsión no vaya descaminado: dice la segunda acepción del DLE que es un "trastorno o perjuicio". Y Moliner que es una "alteración de la marcha normal de las cosas que causa perjuicio y molestia".
    Por lo demás, estupendo.

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    Respuestas
    1. Gracias. Por la apreciación, y por la lección. Es claro que es mi padre el que emplea con precisión el lenguaje.

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