El
valor de una sentencia
Que
nadie se llame a engaño. No escribo para defender a EQUO ni para
justificar su voto, que ellos ya sabrán lo que hacen y cómo rinden
cuentas ante sus votantes y los vecinos.
Escribo
porque estoy avergonzado de que mis compañeros de partido no hayan
apoyado con su acción y con su voto la petición de una trabajadora
municipal de que se le reconozcan y apliquen derechos que le han sido
ya reconocidos en una sentencia judicial firme.
Escribo
porque me indigna que un equipo de gobierno municipal que se apellida
socialista se afane en buscar culpables y achacar responsabilidades a
terceros sin asumir la suya propia. Que no es otra que la de acatar,
y ejecutar sin demora, esa sentencia. Y aplicar, como se debe hacer
en democracia, los acuerdos de un Pleno aprobados por mayoría.
Aunque no gusten, o incomoden. Y sin subterfugios.
Escribo
porque vengo de asistir a un acto de recuerdo y homenaje a los
abogados laboralistas asesinados en aquel despacho de la madrileña
calle de Atocha cuando se cumplen ahora los cuarenta años de aquella
infamia.
La
defensa de los trabajadores -y la exigencia de que les sean
reconocidos todos sus derechos, incluidos los salariales- está en el
ADN de la izquierda sin apellidos. De la izquierda política, y de la
sindical, de lo que antaño conocíamos como movimiento obrero, que
en esa defensa tiene su origen y nacimiento. Y si le queremos poner
apellidos, el de socialista fue el primero.
Y
es verdad que, siendo un Ayuntamiento también empleador, está
obligado igualmente a defender el interés de todos los vecinos ante
reclamaciones laborales que puedan ser desmesuradas o impropias. Y si
eso sucede y no se da el acuerdo en la negociación, es lo suyo
acudir a los tribunales.
Pero no es este el caso, porque la cuestión a la que me refiero, esa que dicen que tiene atascados los Presupuestos y que viene de los tiempos de aquel gobierno infausto que fue el de la coalición PP+CxA, ha sido juzgada y fallada, y la sentencia es firme y sin posible recurso. Una sentencia que, no por casualidad, le quitó la razón a aquel infausto gobierno y reconoció como buenos los argumentos de UGT, a los que en su momento se adhirió también CC.OO.
Pero no es este el caso, porque la cuestión a la que me refiero, esa que dicen que tiene atascados los Presupuestos y que viene de los tiempos de aquel gobierno infausto que fue el de la coalición PP+CxA, ha sido juzgada y fallada, y la sentencia es firme y sin posible recurso. Una sentencia que, no por casualidad, le quitó la razón a aquel infausto gobierno y reconoció como buenos los argumentos de UGT, a los que en su momento se adhirió también CC.OO.
No
voy a entrar en otros detalles, y no porque no sean cuanto menos
llamativos, pero hay saber más que suficiente en la Corporación y
entre sus técnicos como para no ignorar que no cabe negociar lo que
ya ha sido sentenciado -y más si lo reclaman los afectados- salvo el
modo mejor para su cumplimiento, y que cada día que pase más grande
será el coste para el Ayuntamiento. Un coste económico, y también
social y político para el partido en que el gobierno se sustenta,
que no pagarán los concejales y la alcaldesa sino todos los
ciudadanos.
Me
consta además, por experiencia propia, que de esos técnicos los
hay, y muy competentes, y saben perfectamente cómo cuadrar unos
Presupuestos para que se aprueben sin déficit inicial, como exige la
ley.
En
fin, que en tiempos como los que vivimos, en que las más de las
veces la esperanza de reconocimiento y reparación se reduce al buen
oficio de los buenos jueces, y en especial los de los Juzgados de lo
Social, mal favor a la causa del socialismo es el buscarle las
vueltas al cumplimiento diligente de sus sentencias. Y en un momento
de ofensiva descarada de las derechas y los poderes económicos
contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales, peor aún.
Porque
por alto que sea el precio de aplicar una sentencia, es infinitamente
mayor su valor, que en muchas ocasiones es el respeto mismo a la
dignidad del trabajo y de los trabajadores y las trabajadoras. Y
como no encuentro razones donde no las puede haber, y sabiendo que,
de recibir algo, no serán precisamente explicaciones, levanto la voz
y escribo.
Cuando
esto escribo no hace ni siquiera dos horas que he vuelto a oír al
único superviviente ya de aquellos asesinatos de enero de 1977.
Acaba siempre sus intervenciones diciéndonos, con el poeta, que 'si
el eco de su voz se debilita, pereceremos'. Pues bien: yo no quiero
que el de la mía se anquilose hasta ser solo silencio. Ni contribuir
callando al deterioro de la política y al descrédito creciente del
partido en el que milito.
Quizás
todavía sea tiempo para compartir con mis compañeros de partido
ahora en las tareas de gobierno municipal que el único rodeo que no
admite el socialismo es el que nos lleva directamente a hacer
nuestros los comportamientos de la derecha. Y no precisamente los
mejores.
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