Y en estos días, en el azar que me lleva siempre a lo necesario, el encuentro con un lenguaje deslumbrante, desbordante y fresco, atrevido, original. Nuevo. Aunque no sea nueva su obra, así me sabe.
A ese sabor de palabras cercanas, pura alegría, a las que pongo acento mientras las leo. Palabras que son de fiesta incluso cuando son amargas. De lúcida ternura, casi un alijo.
Las sueña Carmen Camacho, andaluza de Jaén. Y las escribe después.
Palabra de agua
Hermana: si la sed,aprisa,
avisa al zahorí;
que venga a alzar su vara
para invocar mi savia
hasta quebrar la fuente,
hasta rajar la piedra.
Que la sierra rompa aguas
y te me dé a beber.
Dale en pago la sal del sur.
Hermana: si el hambre,
la nube venga
y mi nieve sea
flor de algodón
sobre el rastrojo,
quietud en la huerta,
trino y azahar mañana.
Lávate en lenta ablución.
Es primavera.
Hermana: si el amor,
apriétame los puentes,
haz de una gota un río,
échale caudal al caudal.
Y, anda, vete con él
a saltar en los regatos,
alza la falda,
moja el calzón.
Al anochecer
pídeme juncos,
luna baja y una orilla.
Tumba al amante a tu lado.
Despertarás mojada de rocío.
Hermana: si el odio
o el alpechín
se nos metiera dentro,
si tú profanas el vapor
con óxido de olvido
y mi llanto arrasa ciudades;
rápido,
siéntete la sangre,
pálpate las lágrimas,
fluya yo en ti.
En tu molécula
y en tu alma está el mar.
Escucha
tu palabra que es la mía,
y date por siempre viva:
Agua eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario