martes, 29 de mayo de 2012

rafael

Sé que Rafael no está de moda. Y que el eco de Dolores se desvanece poco a poco, sin prisas, con la fría eficacia de la bruma.  Recuerdo cuánta dignidad en aquella foto, en la suya la de tantos que tanto quisieron vivir pero nunca de rodillas.
No está de moda Rafael, pero su Roma, peligro para caminantes ha acompañado muchas de mis tardes, y más de una de mis noches, en estos meses de tanto asombro como escaso sosiego. Y he visto, como al pasar, y no una sola vez, su cabellera blanca saliendo de ese bar, el Septimiano, de nombre tan rotundo, el  que descubre ahora -¡estos americanos!- el señor Allen.
Por eso quiero ir hoy a enseñarle a los amigos la que fue su casa aquí. Via Garibaldi, 88. Isidoro y Pilar se han recorrido media Italia en este viaje jubilar, pero se han quedado con ganas de Trastevere, que el paseo aquel no fue, al parecer, bien que extendido y largo, suficiente. Y si se trata de ir una vez más al encuentro del pasado -que se vuelve así futuro- prefiero a los amigos más de ahora: Roberto Lertxundi, de visita hoy en el Cervantes, será, si es que ha de ser, para otro tiempo.

Un día tal que ayer llegaba Alberti a Roma. Así lo contó al recoger el premio Cervantes en 1983, veinte años más tarde: 'El día 28 de mayo de 1963, después de casi veinticuatro años de exilio en la República Argentina, hacía mi entrada, a través de la inmensa puerta del cielo, en la ciudad de Roma. Yo tenía entonces sesenta y un años. Y unas ansias, unos deseos angustiosos, de sumergirme, de perderme, de estrecharme, hasta desaparecer en aquel complicado y peligroso laberinto de plazuelas y callejones del barrio que elegí como vivienda, el romanesco Trastevere, alegre capital, dentro de Roma, de los gatos´'.

Y allí vivió hasta su vuelta a España, en ese su amado barrio en el que -confiesa- 'tuve que volverme torero, adiestrándome en ceñirme, en adelgazarme contra los muros, en salir por pies, corriendo veloz como ante un toro, al ver llegar aquellas exhalaciones interplanetarias, ciegas y sin aviso, por tan estrechas calles y retorcidos callejones'. Tan romano allí que esperó siempre del ayuntamiento de la ciudad que pusiera su nombre siquiera a un callejón (en algún vicolo, no lejano de mi Vía Garibaldi, una placa que diga: «Vicolo di Rafael Alberti (antes del Cinque, del Cedro, etcétera)»).

Quiso vivir allí, en la otra Roma: 'porque yo me instalé aquí, me convertí en vecino de este barrio para cantarlo humildemente, graciosamente, rehuyendo la Roma monumental, amando sólo la antioficial, la más antigoethiana que pueda imaginarse: la Roma trasteverina de los artesanos, los muros rotos, pintarrajeados de inscripciones políticas o amorosas, la secreta, estática, nocturna y, de improviso, muda y solitaria.' Y allí podremos ver también nosotros con los ojos del poeta esos macizos de dondiegos rojos, que han de abrirse en la noche, perfumándola suavemente.

Volveremos esta noche a Via Garibaldi. Dejaremos atrás, por la Lungara, cárceles, villas y academias. El trazo de un fogoso, y otro, Rafael -la Farnesina- que pinta y ama; bares, negocios y osterie. Casas (delle donne -donde no me permiten cenar, nueva clausura-, della memoria) y cuarteles, el cartelón de la cereria di Giorgio y sus candelle, calles que culpan y redimen (via della penitenza). Y quizás la sfumatura del perfume que delata el lugar donde la mujer de labios grandes y tan rojos esperó impaciente esta mañana -Regina coeli, ¿ora pro nobis?- la hora temprana de la visita. (Quizás ese hombre allí dentro no se merezca la generosidad de esos labios. Ni el perfume)

Son
     venid, no tardéis,
     a olerlos
detalles de amor,
versos de Alberti.

De Roma, peligro para caminantes. Foto y composición de josé sánchez.


1 comentario:

  1. En el año 2005 el ayuntamiento de Roma autorizó poner una placa conmemorativa de Rafael en el nº 88 de Via Garibaldi en Roma. Por esos avatares que tienen las cosas de las comunidades de vecinos, se negaron a su colocación en la fachada. Tampoco se logró poner en las cercanías del domicilio por la desidia de un grupo de personas.¡ QUÉ DOLOR DE PIEDRAS !



    Se puede llorar piedras.
    Lágrimas como gotas de piedra.
    Dientes que caen de los ojos
    igual que si los ojos llorasen
    dentaduras de piedra.
    Nunca el dolor lloró tan gran dolor
    lanzando goterones de piedra,
    dientes y muelas de dolor de piedra.


    Rafael Alberti

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