jueves, 9 de febrero de 2012

cenizas, lazo rojo



Nos quedamos sin cumplir con la promesa de volver a poner el homenaje de nuestras flores a los pies de Giordano Bruno, de repetir el rito de honrar al coherente, de recordar allí donde esparcieron las cenizas del que tanta fe tenía el lazo rojo que nos devolvía siempre a la vida. Hasta que dejaste la tuya atrás, añorando quizás ese paisaje de ida y vuelta año tras año. 
Hora es ya de cumplir con la palabra. Y tantas vueltas da la vida que hoy iré -y allí te espero- con las flores que nos gustan a todos los herejes. Y después, quién sabe si por caso podremos tomarnos unos vinos. 
Dicen que ya son once años. Pero seguro que yo te veré como siempre.

Cuatro momentos de un mismo verano

I

Confieso que he vivido
(ya está escrito).
Y sé qué es llorar
de amor y de alegría;
también de sufrimiento.

                               (Como otro Cristo más
                                grito: “Dios mío,
                                por qué no me abandonas”)

Vivir... es algo más que haber vivido
o que seguir viviendo
cuando a uno se le tuercen
los ejes cartesianos,
dinamita sus límites y se niega al regreso.

La experiencia
es una justificación inconsolable
(sólo educan el arte y la tortura).
El tándem tiempo-olvido, otro sarcasmo.

Que nadie me consuele, todavía.
Tengo todo el derecho a mi tristeza.

II

                                                   “Amore, amore, fuoco d’un anno e cenere
                                                   di trenta” (Giuseppe di Lampedusa)

Esperar,
un segundo o un siglo
con tal que haya una duda
como fruto al alcance de la mano,
cuando no importan fechas,
ni brújulas, ni trenes...
Por más que falte, estéril,
tu aliento a mi teléfono.

Aún cerrados los ábsides.
Cuánta fe en la sospecha
fecunda de otro ayer.
Una hoja doblada en aquel libro
donde aplacé sin tiempo la lectura.
Otro vaso de vino inacabado
y una novela más sin desenlace.

Primero el rayo verde en el crepúsculo
-un beso en la llaga del costado-,
después la licuación de la sintaxis.
Y ahora... tan cerca el vértice inaudito
donde inician el vuelo las cenizas.

Varios siglos de conjeturas góticas
y el ascensor sin freno,
día tras día,
hacia la vertical
de tantos improbables.

El galope del tiempo en mis oídos,
tan deshabitados,
cuando no hay más sentencia
que la vuelta
a la página cero.

III

Suave como el perfume del silencio
la ausencia de un dolor
que hoy no comparto.

He puesto un lazo rojo a la memoria.

Un dedo, sólo uno,
de mi mano derecha,
concretamente el índice,
recorriendo
la geografía serena de tu cuerpo.

(Sierra Morena al fondo,
paisaje de ida y vuelta
año tras año).

Qué cansancio
cargar una vez más con las maletas,
sin saber hacia dónde,
yo que conozco todos tus caminos.

IV

Y este dolor oblicuo
del que ya ni me quejo,
callado me enternece
y esquiva más fronteras.
Otro día más -si llueve-
coleccionando charcos.

Cada vez que me inclino,
una punzada oscura
en mi ingle derecha.

Jesús de Haro Malpesa
(1994)

1 comentario:

  1. pensé que ibas a hablar de giordano bruno.
    en cambio encuentro este desgarro,
    y estos versos...

    "La experiencia
    es una justificación inconsolable
    (sólo educan el arte y la tortura).
    El tándem tiempo-olvido, otro sarcasmo.

    Que nadie me consuele, todavía.
    Tengo todo el derecho a mi tristeza."

    todo consuelo sabe a poco y una al darlo se siente casi siempre un poco tonta, igual ahí va un abrazo.

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