jueves, 8 de diciembre de 2011

giufà

Giufà, que es librería y café, cierre a medianoche los domingos y los lunes. Los demás días, dos horas más tarde. Hoy (bueno, ayer, víspera de fiesta) la cita era a las nueve y media -las 21:30 del decir ferroviario- y los escritores dos: Patricio Pron, argentino de los de pasar hambre en Roma, y Emiliano Monge, mejicano que confiesa que -salvo en ésta- en sus otras visitas ha estado siempre enfermo.
En la mesa, de bar, además de los autores, Lorenzo Ribaldi, que nos ha convocado allí para hablar de literatura y libros (él los hace, hermosos a la vista y al tacto -y honestos-, con su editorial, La Nuova Frontiera) y Chiara Muzzi, la mujer que ha traducido 'del español de México' al italiano Morire di memoria y hace esta noche del oficio de traductora un espectáculo fascinante.
Hablan -¿inevitable?- del boom, esa literatura 'escrita para extranjeros' que, al parecer, aparejó la injusticia sobrevenida de silenciar y dejar en el olvido a otros muchos buenos autores que escribían de otra manera, de esa sin pretensiones de ser la voz de una supuesta identidad latinoamericana.
Hablan y coinciden, y yo con ellos, de que toda literatura es afán de universalidad, de trascendencia de lo particular y local. Y Monge cita a Sócrates, el jugador de fútbol recién ido -que no están la noche ni los tiempos para otras filosofías-. 'No se juega para ganar, sino para ser recordados'.
Opiniones aparte, amena su charla y entretenida, ocurrente el argentino, más austero el mejicano. Y recuerdos y citas. Di Benedetto, Julio Ramón, Zambra y Palacios, García Márquez y Vargas Llosa, Felisberto Hernández. Rulfo. Y Walsh, la literatura con ética.

Para recuerdos la noche. Y veo en la lejanía mi primera edición de Cien años de soledad, reescrita a mano, la portada repegada, aquellos tipos tan desparejos... Y La ciudad y los perros. O Rayuela. No podrán saber nunca los que opinan así del 'boom' (otra categoría más, añadida y postiza, posterior, casi póstuma) lo que el boom supuso de nuevo, de fresco, de gozo y fantasía, en aquella España que apenas si despegaba de los sesenta. Del gozo de leer.
Monge me replica que por entonces ya escribía Benet. Sí, claro, y Gonzalo Torrente Ballester (qué maravilla, su Saga-fuga..., me digo), y a Marsé la censura le prohibía Si te dicen que caí, publicada íntegra en México... Para acabar hablando de las elecciones y de un aspirante a Presidente -de allí, que del de aquí (qué lío, nadie entienda que me refiero al país que no es) no sabemos tampoco cómo va de lecturas- incapaz de recordar tres libros que le hayan dejado poso.
Pron se entretiene con la socióloga que lee a Coelho, y apenas si alcanzo a saludarlo. Unas palabras, pocas, para decirle que cuando leí sus relatos -los de El mundo sin las personas..., que me gustaron mucho, muy bien escritos, distintos- sentí ese mismo frío de la mujer que quiere ir a ver el pasar de los barcos por el canal.

Tan distintos, sí. No en balde han pasado más de cuarenta años desde que se nos contara que el padre del coronel Aureliano Buendía lo había llevado, una tarde remota, a conocer el hielo.

2 comentarios:

  1. Un lugar de lectura y café, donde los posos se mezclan con la páginas.
    Hoy he recordado que hace algunos meses compré de seguda mano en el mercadillo de los ingleses "Si te dicen que caí", creo que ha llegado el momento de comenzar su lectura.

    ResponderEliminar
  2. jajaja
    -que no están la noche ni los tiempos para otras filosofías-.
    debe de haber sido un encuentro fantástico, la crónica excelente.
    un beso.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...