
"... aprendí que la carne no es de su color, sino que está hecha de azules, grises, verdes y amarillos.
Tuve una epifanía. Aprendí que las sombras pueden estar hechas de colores hermosos y limpios, y que sólo quien comprende esto puede soportar la vida con un mínimo de equilibrio. Y por último, en aquellas largas tardes de invierno, con los árboles arañando el ventanal como pedigüeños en busca de limosna y el olor del aceite de linaza, la trementina veneciana y el aguarrás flotando en el aire cerrado de la sala, aprendí que un retrato es un engaño que se hace con manchas superpuestas, con trucos de la retina. Y que lo que vemos y nos parece real es otra cosa muy distinta a lo que verdaderamente somos.
Aprendí que estamos hechos de eso, de errores del ojo, de confusión, de percepciones distorsionadas que recomponemos en el cerebro a nuestro antojo. Siempre lejos de la verdad."
Lo escribe Antonio Soler en Lausana. Un auténtico placer. Distinta a las demás suyas, con las que tanto he disfrutado.
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