lunes, 8 de marzo de 2010

mujer, trabajadora

Amanecía también aquí, a miles de kilómetros, un nuevo ocho de marzo. Y mi recuerdo ha ido, con la aurora, a todas las mujeres, a esa mitad del cielo a la que se le sigue negando, tercamente, ser al menos la mitad de la tierra.
Y en especial, a un puñado de mujeres que llevo en el corazón. No importan ahora sus nombres: son todas las Glorias, todas las Marías, todas mis Dolores. Mis Amandas y mis Paulitas, tan trabajadoras y ya tan mujeres. Las Palomas que soportan largas ausencias. Las Anas, las Matildes, las Nieves y las Rosas. Mis Irenes, son de paz.
A todas, felicidades. Mi gratitud. Nuestro reconocimiento. Más que de hombres -que no lo somos sin vosotras-, de compañeros. De vuestros iguales

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