domingo, 14 de febrero de 2010

La carretera

Lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo. No recuerdo dónde leí esta cita. Puede que en algún libro, casi seguro, buceando en las múltiples maneras de decir(se) el amor. Pero sí que alcancé a encontrar su sentido leyendo, primero, y viendo después, hace unas semanas, La carretera (The road). Un libro inmenso, una excelente película.
Descubrí a Cormac McCarthy con la prosa seca, cortante, de Meridiano de sangre. Donde la violencia sólo se aquieta en la descripción de la inmensa, infinita llanura, cuando el paisaje es protagonista absoluto, inabarcable. Una violencia sin concesiones que se hace más urbana -que no más humana- en los pensamientos en voz alta del viejo sheriff de No es país para viejos.
Compré The road en un viaje a Dublín, allá por septiembre de 2007 en la edición de bolsillo que acababa de publicarse, y comencé su lectura con la lentitud obligada por mi escasa competencia en inglés, aislando cada palabra, cada frase, repitiéndola, haciendo más intensa su significación. Después, la traducción al castellano hizo más llevadera (y menos densa) su lectura.
Novela de la desolación, en sus páginas se sufre el frio gris de la ceniza que se enseñorea de lo que queda del mundo, y se huele el miedo animal que acompaña a la soledad desnuda. La boca se te convierte en pasta polvorienta, y en sed insaciable. No hay tregua. El miedo por doquier. Llegar a otro día, un jirón más del mapa.
Novela de amor. De un amor que hace del instinto de superviviencia un fin ético. Viaje hacia la esperanza. La salvación, si la hay, tiene nombre de chico (the boy) y está al sur, siempre al sur, por la carretera interminable. El futuro, si lo hay, es el mañana improbable de un presente incierto, no más que lucha por la vida.
Será el chico, 'portador del fuego', quien devuelva el sentido moral a los actos: 'Sólo sabía que el niño era su garantía. Y dijo: si él no es la palabra de Dios Dios no ha hablado nunca'. '¿Somos los buenos?', '¿está bien que lo cojamos nosotros?', '¿y no tendríamos que agradecérselo?'. Su caja de recuerdos, la mochila con libros y cuadernos, los lápices, esa mano que acude tímida al encuentro de la del viejo Ely ('es que no ve'), el ansia por encontrar otros niños. La aversión a la pistola.
El padre es 'el hombre'. Que se sabe puente entre el triste pesimismo radical de una madre que renuncia, terca, a vivir para la muerte ('se adentró en la oscuridad y ya no volvió') y el chico que es la esperanza del mundo. Su viaje terminal hacia la muerte encuentra su sentido en el hijo que apenas es presente, que es sólo porvenir. La esperanza. Por ella, por él, si es preciso, mata.
Un hombre que camina de la pena al insomnio convocando en vano al olvido que no llega. Durísima la escena en que para ahuyentar el fantasma de la belleza enamorada, al fin ya sólo sueño, pasado irrecuperable, arroja al abismo foto y alianza. Sabe que en los objetos se prende el alma que se resiste a ir, que no quiere tornarse ausencia definitiva. Estrategias del amor, de la presencia y del deseo.
El color, los colores, hacen de la película una historia (más) llevadera. No los hay en la novela. Sí en el cine: el color de las mantas, de la botella de cola que es regalo preciado, de la pistola que dispara bengalas, de la flecha en el muslo del hombre. El color de la luz y de las flores, del vestido de la madre en el recuerdo.
Pero no todo es estado de naturaleza. Las notas de un piano devuelven la compasión al mundo sin piedad. La compasión y la belleza. Eso que llamamos cultura.
Novela de amor. Chico y hombre, hijo y padre, son el mundo entero ('Luego echaron a andar por el asfalto bajo una luz gris plomo, arrastrando los pies por la ceniza, cada cual el mundo entero para el otro').
No ven el mar del azul que dicen los libros. Pero el hombre y la mujer que van con los otros niños no se han comido a su perro. El sur está más cerca.
Se ha roto la soledad.

¿Será verdad que la primera forma de la esperanza es el miedo?

1 comentario:

  1. Habrá que leerla. No digo verla porque aquí en mi pueblo han dejado de proyectar buenas películas. No va nadie a verlas.

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