martes, 31 de agosto de 2010

espejos

'(...) esas superficies extrañas que sin licencia alguna aprisionan la realidad transformándola, aquietándola, descomponiéndola, sin la menor atención a nadie ni a nada. (...) nunca dejó de pensar que el vacío encerrado en el interior de los espejos estaba sembrado de trampas. Habilísimos falsarios, los espejos jamás te devuelven la verdad, ni siquiera la pequeña parte de ésta a la que todo mortal tiene derecho'.

(Luis Béjar, Un error de cálculo)

lunes, 30 de agosto de 2010

jardines de resaca

No sé qué complejos mecanismos utiliza la imaginación para establecer relaciones. Sí que, siempre que voy a París, me es necesario visitar el estanque donde en un agosto de 1973 ví cómo los niños jugaban con sus barcos  y transité una mañana de resaca con la amable caricia del sol y la más grata de las compañías posibles. Está -lo tengo dicho por ahí- en los Jardines de Luxemburgo. Y la foto es de cuando entonces.
Cuando G. Moustaki imaginó el Mediterráneo -¡qué gran canción, qué enorme autor, qué mar grandioso!- como un gran estanque donde juegan niños de ojos negros, siempre lo asocié a ese bassin.
Tiempos en los que, según su letra, 'liberté ne se dit plus en espagnol'.
Tiempos siempre con nosotros, tiempos revividos.

viernes, 27 de agosto de 2010

paisajes

julio 2009

'¿San Pedro de Atacama?', me preguntan. 'No, La Mancha', respondo.

La laguna de la Peña Hueca queda justo entre Villafranca de los Caballeros y Villacañas.




El vuelo de la imaginación podría hacernos pensar en que se trata de Marte.
Y digo yo que por qué no.

agosto 2010


lunes, 23 de agosto de 2010

vivir (con alegría)

Todo un himno (alguno deberá quedarnos) a la alegría, un canto a la libertad, a la autenticidad. Una afirmación de la igualdad. Una maravilla.
Una amiga dice que es cosa libertaria, ¡qué cosas!
Para oir con los ojos bien abiertos. Y aprender que con un dátil se inventa la democracia. Y de cómo un caracol y un salmonete, y una aceituna, y un higo chumbo...
... y a reir entre dientes.

sábado, 21 de agosto de 2010

derecho a las estrellas

Hace ya tantos años, que apenas si me recuerdo sentado frente a esa mesa de formica que me sirvió tantas noches de escritorio después de cumplir su función de mesa de cocina. Escribía a veces algún relato, puede que ese día fuera Loser, por aquél entonces, casi como ahora, esa muy parecida sensación de pérdida, de añoranza por lo que no es (o no es aún). Que con el tiempo he dado en llamar 'nostalgia de futuro', la única -repito siempre- que nos está permtida.
Ese día, un 21 de agosto de hace ya tantos años, mientras escribía, el fondo musical de las canciones de la  radio cambió por la voz de un locutor que daba noticia -y comentario envuelto en la retórica de la dictadura de aquí- de que la víspera habían entrado en Praga los tanques rusos, que tropas del Pacto de Varsovia habían invadido Checoslovaquia.
Curioso: en ese año de 1968, en Praga y en el mundo entero la primavera  terminó en agosto. Mayo ya había pasado. Y Dubcek encontraría trabajo como jardinero.
Leyendo la prensa me entero hoy de que veinte años después de ese final se aprueba en España la primera norma para proteger las noches, la que se llama -lo cuenta en EL PAÍS Manuel Planelles- Ley del Cielo de Canarias. Y que los municipios andaluces, todos, deberán aprobar ahora una ordenanza de protección del cielo. Para que las noches sean más oscuras y se pueda contemplar algo más que el lucero del alba, dice el articulista. Tal que Aldebarán desde una casa varada, pongo yo por caso.
Y pienso que si los matemáticos se dan a la tarea de calcular la velocidad del desorden, bien está que diputados, alcaldes y concejales se afanen en proteger los cielos. (Otros seguiremos empeñados en asaltarlos, dicho sea pacíficamente hablando).
Me gusta que esté en marcha esa iniciativa Starlight que reclama el derecho a las estrellas. ¿Por qué no, incorporado además a la Constitución? Como un sueño de mayo en agosto. Como si fuera mi regalo para Julio, mi hermano, que hoy cumple años.

Y poder decir con causa, una vez más, que la noche está estrellada 'y tiritan, azules, los astros a lo lejos'

viernes, 20 de agosto de 2010

la velocidad del desorden

Parece cosa de poetas, casi el final -o el inicio, quién sabe- de un verso. Pero es asunto y oficio de matemáticos.
Uno, francés de nacionalidad, acaba de recibir el premio, al parecer bien merecido, por sus trabajos en el cálculo de la velocidad del desorden, de la entropía.
La eterna pugna entre kósmos -orden del que se puede dar razón por sujeto a ley, a regularidad, previsible por tanto, y necesario- y káos -aquello que no se somete a razón ni proporción, des-orden por consiguiente, azaroso e imprevisible, voluble, contingente- tiene ahora una inflexión matemática: se puede medir y calcular, luego dar razón de y -de algún modo- prever, el desorden. O, por decirlo así, la matemática penetra en el desorden y da cuenta suya, revela la naturaleza ordenada del caos .
¿Tendrá Hegel, por fin, razón?
Menos mal que la vida, cada día que amanece, más fuerte que las leyes de la termodinámica, es afirmación del ser y negación de la entropía.
Por el momento, vaya.

jueves, 19 de agosto de 2010

iraquíes

Se retiran las tropas de los Estados Unidos de América, las que entraron con la bendición y el apoyo del héroe de Perejil, el que renueva estos días sus méritos en la frontera con Marruecos.
¿Y las decenas de miles de iraquíes, hombres y mujeres, niñas y niños muertos, heridos, huérfanos, mutilados?, ¿alguien les dirá alguna vez por qué a los que han sobrevivido a la sinrazón?, ¿entenderemos las raíces del odio de los vivos?. ¿Les pediremos perdón algún día?
Y a todos los demás, ¿nos dirá algún día Aznar dónde están las armas de destrucción masiva?

Lamento que hoy, pese a Obama, no pueda ser para mí un buen día.

miércoles, 18 de agosto de 2010

lunes, 16 de agosto de 2010

la hita

 
En medio de la Mancha, casi a la orilla del caz nuevo del Gigüela, se levanta un observatorio astronómico. No es, no, ningún espejismo producto de la calor, o del esfuerzo de los pedales, sino el alzarse paciente, año tras año, de las cúpulas que visten de tecno las viñas, las huertas y las panjías de su rededor.          
Y como decía nuestro poeta, no las levantó la nada. Ni siquiera la tierra callada, pero sí el sudor, el tesón y la inteligencia de Faustino, joven de la Villa de Don Fadrique que sabe aunar el trabajo de las manos y del cerebro con la pasión por los cielos.
Viene de una familia empeñada, de antiguo, en asaltarlos. Él, más modesto y más práctico, quiere ponerlos a ras de tierra para que todos los podamos ver. Nuestros, a la medida de los hombres. Como suelen hacer los idealistas que no temen cabrear a los dioses desde aquel que les robó el fuego para hacerlo humano.
La Hita se llama el paraje y el observatorio, y la Fundación que lo anima y sustenta. El término municipal, La Puebla de Almoradiel.
Universidades y redes internacionales de seguimiento se sirven de él y con él colaboran. Es sólo el comienzo.

sábado, 14 de agosto de 2010

una flor en la mancha

Dicen las crónicas, ahora rescatadas, que la primera actuación de una Banda de Música de cuyo nombre la historia no quiso acordarse tuvo como motivo, a fin de que tenga mayor solemnidad tan fausto suceso, la proclamación como tal Rey de España de D. Alfonso de Borbón y Borbón por los individuos que constituyen este Ayuntamiento de la villa de La Puebla de Almoradiel, que asi lo acuerdan, por unanimidad, los tales individuos en sesión celebrada el primero de enero de mil ochocientos setenta y cinco con el fin de aderirse al movimiento secundado por las tropas del egército.
Y que no será hasta 1935 cuando se ponga de estreno La Flor de la Mancha, desde entonces la más clara y precisa seña de identidad de esa villa. Fue un 14 de abril, Domingo de Ramos.
Hay una fotografía del mes de septiembre de ese mismo año en la que aparecen ya dos hermanos de mi padre. Que cuando tuvo edad también ingresó en la Banda, recién incorporado a la dirección el que fue y será siempre el maestro de la música, Francisco Martínez 'Córdoba'.
Autodidacta, con ese talento asombroso para la música que define a toda una gran familia -una auténtica saga manchega-, zapatero de oficio con el que ganarse el pan, enérgico de genio y afable en su expresión, culto, republicano y de izquierdas, acabó -como tantos como él, y con él su mujer- en la cárcel y, al salir de la cárcel, en el destierro.
No quise ayer hablar, por prudencia y por respeto al autor, de la memoria de esos años en el acto de presentación del libro que da cuenta de la historia de la Banda. De cuando iglesias y monasterios trocaron su condición de lugar de asilo y refugio en espacios para la reclusión y la tortura, y se hicieron cárceles. Así, la de Quintanar de la Orden (Pedro, Críspulo, Gumersindo), o el monasterio de Uclés, donde Paco estuvo preso hasta finales de 1943. Su único delito, la fidelidad a sus ideas.
Sí hable, como de paso, de la pena de destierro. La más terrible, aprendí más tarde, para los griegos, que niega tu identidad. La que le impuso el odio de los defensores de la patria, condenado de por vida a vivir lejos de su patria, de su tierra y de los suyos. Una pena que fue para todos los mios, y para mi pueblo, una bendición: la de contarle entre los nuestros, a él y a sus hijos y después a sus nietos y a sus nietas, hoy habitantes del mundo y de todas las patrias. Para mí, el honor y el orgullo de haberlo tenido como padre de pila, que así se llamaba a los padrinos de bautismo. Aunque yo le diera el disgusto de nacer un día antes de Santa Cecilia, patrona de la música y de los músicos, y no tener así por nombre el de la santa, y él me regalara con su tacto exquisito el no ejercer su compromiso de padrino sino con el regalo permanente de su afecto y de esos zapatos hechos con sus manos a la medida de mis pies en crecimiento, que no el de ninguna doctrina.
Será por esas cosas, que pocos conocían, por lo que me invitaron a decir unas palabras en la presentación del libro 'La Flor de La Mancha', una Banda con Historia, de Alberto Pérez, músico él e hijo de músicos, que forma parte ya de ese empeño fértil de recuperación y extensión de la historia y de la memoria de mi pueblo que con tanto acierto impulsan Vicente Enrique y Teresa.
Y les hablé, como siempre -Julio y María, y Maxi, en la primera fila-, con el corazón y procurando no perder la cabeza. Conteniendo las emociones, que ya asomaron las lágrimas con el beso de Belén y el abrazo de Paquito, presentes allí, memoria de su padre y de su abuelo. Con ellos, allí aunque lejos, Gratiniano, Julián y Josué. Qué menos que darles las gracias y, siempre, el cariño que les debo.
Si es cierto que donde hay música no puede haber cosa mala, al decir de Cervantes por boca de Sancho, ese manchego audaz y quijotesco, no es menos cierto que gracias a su Flor de La Mancha la villa de La Puebla ha sido, y es, mejor pueblo. Se lo quise recordar a Judith, mujer y músico, Presidenta -¡qué gozada, una mujer y joven!- de la Banda que nos había ofrecido, moderna ella, una cita de Nietzsche celebrando la música.
Emoción y gratitud. Decir gracias era todo mi propósito. A las mujeres, las que ahora hacen música y tocan en la Banda, reserva hasta hace muy poco -y como en tantas otras actividades- de los varones. Y a las mujeres de los músicos, solas tantos días, y tantas tardes, y tantas ferias después de lavar -azulete y tinajón- y planchar aquellos uniformes de tela basta, las camisas poco obedientes al almidón. A mi madre, aunque no la menté, que siempre soñó con ir a las Fallas de Valencia y nunca ya lo hará.
Nada ha unido tanto como su Banda a una sociedad como la de mi pueblo. Compleja, dividida, reacia al reconocimiento, celosa de encontrar la falta y hacer notar la ausencia, poco dada al elogio y el agradecimiento. Ninguna empresa en la que se reconocieran todos como ésta de la música con nombre de flor y de La Mancha. Todos, a izquierdas y derechas, pobres y menos, afortunados o no, emigrados o permanentes.
Algo habría, y lo llamé pasión, para que esas decenas de jóvenes, agricultores y jornaleros casi todos, añadieran unas cuantas horas más a su ya dura jornada recién llegados del campo, de la trilla o de la siega, en largos ensayos o aprendiendo solfa antes de que les dieran instrumento. Academias, dar lección, aquel método de Hilarión Eslava. Que también yo, cómo no, acabé probando.
Pasión con recompensa. La alegría y la emoción, la solemnidad que buscaban aquellos individuos que componían el Ayuntamiento alfonsino, el calor que suavizó aquellos tiempos de frío y gris de la larga noche del franquismo, el color de los conciertos, el alborozo en las bodas, pasodoble y chachachá. Nada, en fin, que celebrar sin la Banda. Nada solemne, de importancia, lo era si allí no la Banda.
Y la amistad que se forja en unos jóvenes sin más horizonte durante décadas que el que ofrece el servicio militar obligatorio. No, los músicos sí viajaban. En un camión con motor recalentado, ochenta kilómetros toda una tarde, y hasta volcando si el surco era algo más profundo. Torrejoncillo del Rey, Huete, Huerta de Valdecarábanos, Valdilecha, Fuentelespino de Haro, El Acebrón, Fuente de Pedro Naharro son los nombres de mi primera geografía, de mis aventuras tempranas de niño aprendiz, el instrumento taponado, acompañando a mi padre. En casas de vecinos que les acogían: este año nos han echado un músico, decían orgullosos, que era así, una obligación aceptada de buen grado que imponía el Ayuntamiento del lugar, comida, posada, cama. Y amistades que se convertirían en lazos intensos y profundos.
La Flor de La Mancha, embajadora de un pequeño lugar de La Mancha de cuyo nombre se acuerdan aún las gentes de todos esos pueblos. Y los premios importantes de festivales importantes, y la contribución a causas solidarias y benéficas. Tocar en las Fallas, codo a codo con las Bandas, afamadas, de Valencia. La inmigración, más o menos forzada, y la amenaza de extinción, que vencieron no más de una docena de músicos esforzados, resistentes, muchos de ellos reincidentes.
También la tristeza, ese sentimiento tan fuerte cuando se hace común y colectivo. Feria triste, sí, aquella de 1963 en la que no salió la Banda en la procesión del Cristo (tampoco necesita en su pueblo nombre, aunque le dicen santísimo y de la salud), caras serias, preocupación de la autoridad, boicot, indignación popular. Una Banda forastera había usurpado, con la venia y la petición de la corporación municipal, su lugar natural. El de su pueblo.
Y ya los nuevos tiempos, músicos formados en la escuela municipal de música y en los conservatorios cercanos. Jóvenes, y muchas mujeres. Más y mejores instrumentos. Nuevo repertorio. Una dirección más joven. Grabaciones, cedés, concursos internacionales. Presente, aún no historia, y mucho futuro.

El libro es riguroso, bien documentado -no hay, por desgracia, muchas fuentes documentales a las que acudir-, bien estructurado. Un comienzo, le quise decir a modo de despedida al autor, a quien le estoy agradecido por su obra y por su invitación. Porque ahora podrías, le dije, dedicar un tiempo a ampliar el libro con otros enfoques, con relatos de los protagonistas, y anécdotas, con un censo de participantes. E invitarnos de nuevo dentro de, por ejemplo, diez años. Que aquí estaremos.
Durante todo el tiempo me rondó el recuerdo de los que no estaban. De dos sobre todo, jóvenes siempre en mi memoria de casi niño, Nine y El Pajarillo.
Y de palabras que entonces aprendí. Fliscorno, maracas, batuta. Y ambigú.

momento

No es mala manera de morir si la muerte te sorprende
leyendo ese poema que te atrapa.
Pero puedo decir hoy que no era ayer el momento.
Ampliación, y regalo, de tiempo y de más versos.

viernes, 13 de agosto de 2010

abelardo linares


Es el hombre del millón de libros, ¡qué envidia! Poeta, editor, bibliófilo, librero. Y sevillano del mundo de ojos asombrados por Nueva York. Noticia estos días, primero en algún suelto que leí con la anunciación de su nuevo libro de poemas, Y ningún otro cielo, que busqué sin fortuna desde entonces (en Barbate, me dijeron, no hay propiamente librería, y en Cádiz estaban cerradas aquel día) y he encontrado finalmente hace bien poco. Después, por ser actualidad en las páginas de EL PAÍS.
Como si marinero fuera, navego por sus páginas -que relucen como del oro que son- y me entretengo en sus ensueños. Que tiempo habrá después para escribir más sobre sus versos. Fruición de la lectura, sabor del saber -¿acaso no lo mismo?-. Deslumbre a ratos, ejercicios de lectura a dos manos, comentario de ese hallazgo de hermosura, como un relámpago. Contención también, que es de apreciar.
De acuerdo en que las nubes son de suyo, y siempre, impasibles, pero ¿puede una rama estar cansada, o ser amarilla una hora?, ¿o correr asustadas las manecillas del reloj? ¿Es, acaso, la lentitud una cualidad del frío?
Sí. He ahí los poderes del poeta, albañil de palabras. El milagro renovado del lenguaje que crea y nombra las emociones, los estados y las cosas.
Certezas. Como la de una sonrisa -un puñado de luz, sí, que así es la tuya- que quita los pecados del mundo.
Suena a fácil, pero deben estar de suerte sus Eloísas.

Pasen, y lean.

jueves, 12 de agosto de 2010

ejercicios de lectura II

Instrucciones para llorar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

(Julio Cortázar, Manual de instrucciones, en Historias de Cronopios y de Famas)

ejercicios de lectura I

Casi una canción

La vida se queda en nada.
Cuando tanto prometía,
del alba a la madrugada,
un día sí y otro día,
la vida se queda en nada.
La vida se queda en nada
y de aquel sol que lucía
sólo su brillo de espada
alumbra la vida mía.
La vida se queda en nada.

(Abelardo Linares, en Y ningún otro cielo)

miércoles, 11 de agosto de 2010

soleares

I
Tú no digas que jamás
y yo no diré que siempre.
La verdad es la verdad.

III
Nunca volveré a estar solo.
Lo he descubierto mirándome
en el fondo de tus ojos.

VIII
... Y esas cosas que te digo
cuando hablo contigo a solas,
a solas sólo contigo.


(Abelardo Linares, Soleares).

soledades

'(...) la soledad en su manifestación más cruda y lacerante, esa dependencia desesperada del calor de otra persona.'

'(...) Ágil y ligera como un vilano, la soledad se posa a tu alrededor sin que hayas advertido cómo o por qué te ha elegido ni de dónde procede o a dónde te conduce. Invisible, flota en el aire y no hay rincón que quede fuera de su alcance por más escondido que se encuentre. Inexorablemente se va haciendo una con tu piel, de manera que ambas se vuelven indistinguibles. Y te destruye. Antes o después, te destruye.'

(Luis Béjar, Un error de cálculo)

presente

Sólo lo que ha sido existe.
Cuando ya no es.

domingo, 8 de agosto de 2010

levante

El viento de levante produce sueños
que después no consigue borrar.
Inexorable el destino, y terco.

sábado, 7 de agosto de 2010

de toros (con alternativa)




Los niños pagan 15 euros, iva incluído. Jubilados, 20€.
Colabora el Excmo. Ayuntamiento.

devoción

Me digo devoto del vino blanco
y del sabor agraz de lo insondable

ítaca en cádiz (tiempo ido)

Fábula

Nunca serás ya el mismo que una vez
convivió con los dioses.
Tiempo
de benévolas puertas entornadas,
de hospitalarios cuerpos, de excitantes
travesías fluviales y de fabulaciones.

Tiempo magnánimo
compartido también con semidioses
errabundos y hombres de mar que alardeaban
del decoro taimado de los héroes.

Qué ha quedado, oh Ulises, de esta vida.

La historia es indulgente, merecidas las dádivas.
Los dioses son ya pocos y penúltimos.
Justos y pecadores intercambian sus sueños.

(JM Caballero Bonald)

miércoles, 4 de agosto de 2010

luz

Las mujeres hermosas sueñan con acuarelas, sueñan con garzas y volúmenes y súbitos prodigios sobre las alfombras de lana.

(En La casa roja, Juan Carlos Mestre)
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