viernes, 23 de noviembre de 2018

silencio


Me manda B un enlace que me lleva a la información que ella me quiere trasladar. Juan Mayorga prepara el estreno de su El mago, que también dirige. De la lectura de la noticia llama mi atención, sin embargo, la declaración de Mayorga de que anda urdiendo el que ha de ser su discurso de ingreso en la RAE y cuyo asunto será, dice, el silencio. Por el valor que tiene en el teatro -la redactora entrecomilla-, y también en la vida. El silencio es el soporte de las palabras y a la vez su frontera, añade el académico electo, y son estas las palabras que me hacen pensar y rememorar.
Pensar en que, en efecto, no hay discurso sin silencio, ni reflexión. Ni entendimiento siquiera, si no es rompiendo el continuum que nos permite individuar las palabras y distinguirlas (por más que no sea más que un silencio hecho de una procesión de pequeñas pausas) Ni música, tan importante el silencio como el sonido y el tiempo, su común medida. ¿Te acuerdas de aquel silencio de blanca de cuando el solfeo?, ¿de aquellos sonidos del silencio? O, puestos ya trascendentes, ¿de ese silencio de Dios que atormenta y llena de desasosiego las conciencias de los pensadores creyentes, Auschwitz mediante?
Pensar, decía. Y rememorar. En silencio, solos los dos, vimos las imágenes del entierro del dictador que daba la televisión. A mi abuelo Pedro se le caían las lágrimas, orgulloso yo de su amor y su entereza, respetuoso de su dolor y sus recuerdos. No hablamos: el silencio lo decía todo. Aquel 23 de noviembre era domingo, y un rey presidía los funerales.

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