Hace 43 años del 20N. Que es hoy aunque parezca ayer.
Aquella madrugada me tenía encamado, además de la hora, uno de mis tan frecuentes por entonces cólicos nefríticos, que ni paz ni descanso me permitían.
La noticia, coreada en voz baja, me llegó por el patio de vecinos y obró de inmediato el milagro. Y tuve que abrigarme bien para salir a la calle hasta encontrarla impresa en los diarios que acababan de llegar al quiosco habitual, tan cercano a las viviendas del profesorado universitario como a aquel edificio en semicírculo que se encara hacia el arco de triunfo que tan postizo me pareció desde mi primera vez.
La vi. Lo vi. El diario como papel de luto. Compré uno y me volví a la casa.
Vendrían después las llamadas, las euforias y un par de visitas. Uno estaba oficialmente enfermo y, a la vez, misteriosamente recuperado.
Que conste que nunca le deseé paz ni descanso. Ahora tampoco.
Esta tarde, cuando esto escribo, lo hago porque vengo de leer hace unos minutos un artículo de prensa (otro diario, aunque este nacería después). Se llama Horas de Berlín y lo firma Antonio Muñoz Molina.
Acaba así: ‘... El pasado es ahora. La historia tiembla aquí y ahora como un suelo sísmico. El pasado más negro fue ayer y puede ser mañana.’
Pues eso.
* A MJ, entonces un bebé, que me ha animado a seguir,
y a A, que se ha preocupado por mi silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario