Ayer
fue otra vez sábado santo, razones de un calendario que mira a la
luna más que a los relojes. Y hoy me entero de que ayer murió
Felipe, de vuelta a casa con su moto. Y Tomi, y después Pepe,
comparten su tristeza con la mía. ¡Vaya racha!, nos decimos, y
recordamos. Tantos años, y nos tuvo que convocar el azar para, sin
saberlo, darnos un último abrazo.
No habrá ya más, compañero, el
más inteligente tú de entre nosotros.
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