lunes, 1 de abril de 2013

pasión

Entre fortunas ocultas y herencias explícitas y reales, cambios semánticos y artificios lingüísticos (estación de penitencia llaman ahora al espectáculo sadomaso que antes procesionaba), lágrimas que no lloran por los que sufren y compañías poco edificantes ('dime con quien andas...') de cuando todo era silencio, encuentro esquinadas otras noticias. Malas noticias.
Las que hablan de cómo no mengua ni se reduce, sino que se ensancha y agranda, la distancia -que camino va de ser abismo- entre pobres y ricos, entre los que (casi) de todo tienen y los que de casi todo carecen. También la brecha entre Comunidades ricas y pobres.
La desigualdad, que crece, entre personas y entre territorios. Que crece y, esta última mediante, hasta se multiplica.
Si el socialismo sin apellidos sigue siendo -ante todo- pasión por la igualdad, debe tomar nota de su retroceso y de su derrota. Y, con ella, la de los que no tienen por capital más que sus manos y sus inteligencias: su trabajo, que se les niega como se les niega la parte de salario que adelantaron por si lo perdían.
Tomar nota, certificar la derrota, replegarse si es solo para reagruparse y hacer acopio de nuevas fuerzas, de nuevas ideas, de más y mejores voluntades.
Renacer. Que, aunque grande, es derrota de una batalla sola. Y no la batalla final.
Aunque me temo que falta nos hace volar más libres y más alto. Y saber que no basta ya con salir de la crisis -ni con salir de cualquier manera- sino que es preciso contar con un propósito, soñar de nuevo un objetivo, repensar los caminos que lleven a un mundo que haya cambiado de bases.
Ese mundo en que las noticias digan que los hombres, aun diferentes, van siendo más iguales. Y los territorios. Y que las brechas van difuminándose, hasta borrarse, porque ninguno vive y gana y tiene más a costa de que otros pierden y malviven y tienen como presente la desesperanza.
Habrá que volver a decir no. Que no es este el mundo que nos prometimos.

1 comentario:

  1. No, no vale salir de cualquier forma. Y, mucho me temo que así será, empujados por la desesperación.

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