'... evito a propósito la evocación de aquella época, porque me la represento como cargada de entusiasmo y frenesí, de alegría del presente y ansiedad del porvenir, y ello me induce a una profunda melancolía. No a la nostalgia, porque, por principio, descreo de la nostalgia. La nostalgia es una artimaña de la desdicha: desacredita el presente falsificando el pasado para simular que hubo alguna vez un tiempo feliz.'
(G. Hidalgo Bayal, en Conversación, Tusquets, 2011)
jueves, 22 de diciembre de 2011
domingo, 18 de diciembre de 2011
pusilánimes
Hablamos, sin saber del todo si discutimos. Débiles y pusilánimes, me dice. Eso es lo que habéis sido, incapaces de hacer lo que debía hacerse. Y por eso la gente ha dejado de votaros y ya no confía en vosotros. Con razón, me dice.
Me duele sobre todo constatar que hoy son aún más débiles, mucho más débiles, los que no tienen más capital que su trabajo, y más fuertes los que nunca han dejado de serlo porque con el poder de su capital se saben apropiar de las rentas del trabajo. Esto no me lo dice, creo que por no ahondar más en el escarnio. Lo pienso yo, como a la antigua usanza.
Una cosa más, añade. Si sois los esforzados de la igualdad (más la libertad, cierto, no me lo recuerdes otra vez, me dice, por favor), la distancia que crece entre unos y otros, la desigualdad que se va agrandando más y más, es la certificación de vuestro fracaso.
Y fue ahí cuando se echó a llorar.
Me duele sobre todo constatar que hoy son aún más débiles, mucho más débiles, los que no tienen más capital que su trabajo, y más fuertes los que nunca han dejado de serlo porque con el poder de su capital se saben apropiar de las rentas del trabajo. Esto no me lo dice, creo que por no ahondar más en el escarnio. Lo pienso yo, como a la antigua usanza.
Una cosa más, añade. Si sois los esforzados de la igualdad (más la libertad, cierto, no me lo recuerdes otra vez, me dice, por favor), la distancia que crece entre unos y otros, la desigualdad que se va agrandando más y más, es la certificación de vuestro fracaso.
Y fue ahí cuando se echó a llorar.
sábado, 10 de diciembre de 2011
viernes, 9 de diciembre de 2011
infinito
'Conocer el cuerpo de una mujer es una tarea tan lenta y tan encomiable
como aprender una lengua muerta. Cada noche se añade una nueva comarca a
nuestro placer y un nuevo signo a nuestro ya cuantioso vocabulario.
Pero siempre quedarán misterios por desvelar. El cuerpo de una mujer,
todo cuerpo humano, es por definición infinito. Uno empieza por tener
acceso a la mano, ese apéndice utilitario, instrumental del cuerpo,
siempre descubierto, siempre dispuesto a entregarse a no importa quién,
que trafica con toda suerte de objetos y ha adquirido, a fuerza de
sociabilidad, un carácter casi impersonal y anodino, como el del
funcionario o portero del palacio humano. Pero es lo que primero se
conoce: cada dedo se va individualizando, adquiere un nombre de familia,
y luego cada uña, cada vena, cada arruga, cada imperceptible lunar.
Además no es solo la mano la que conoce la mano: también los labios
conocen la mano y entonces se añade un sabor, un olor, una consistencia,
una temperatura, un grado de suavidad o de aspereza, una
comestibilidad. Hay manos que se devoran como el ala de un pájaro; otras
se atracan en la garganta como un eterno cadalso. ¿Y qué decir del
brazo, del hombro, del seno, del muslo, de…? Apollinaire habla de las
Siete Puertas del cuerpo de una mujer. Apreciación arbitraria. El cuerpo
de una mujer no tiene puertas, como el mar.'
(Julio Ramón Ribeyro, en Prosas apátridas)
(Julio Ramón Ribeyro, en Prosas apátridas)
jueves, 8 de diciembre de 2011
giufà
Giufà, que es librería y café, cierre a medianoche los domingos y los lunes. Los demás días, dos horas más tarde. Hoy (bueno, ayer, víspera de fiesta) la cita era a las nueve y media -las 21:30 del decir ferroviario- y los escritores dos: Patricio Pron, argentino de los de pasar hambre en Roma, y Emiliano Monge, mejicano que confiesa que -salvo en ésta- en sus otras visitas ha estado siempre enfermo.
En la mesa, de bar, además de los autores, Lorenzo Ribaldi, que nos ha convocado allí para hablar de literatura y libros (él los hace, hermosos a la vista y al tacto -y honestos-, con su editorial, La Nuova Frontiera) y Chiara Muzzi, la mujer que ha traducido 'del español de México' al italiano Morire di memoria y hace esta noche del oficio de traductora un espectáculo fascinante.
Hablan -¿inevitable?- del boom, esa literatura 'escrita para extranjeros' que, al parecer, aparejó la injusticia sobrevenida de silenciar y dejar en el olvido a otros muchos buenos autores que escribían de otra manera, de esa sin pretensiones de ser la voz de una supuesta identidad latinoamericana.
Hablan y coinciden, y yo con ellos, de que toda literatura es afán de universalidad, de trascendencia de lo particular y local. Y Monge cita a Sócrates, el jugador de fútbol recién ido -que no están la noche ni los tiempos para otras filosofías-. 'No se juega para ganar, sino para ser recordados'.
Opiniones aparte, amena su charla y entretenida, ocurrente el argentino, más austero el mejicano. Y recuerdos y citas. Di Benedetto, Julio Ramón, Zambra y Palacios, García Márquez y Vargas Llosa, Felisberto Hernández. Rulfo. Y Walsh, la literatura con ética.
Para recuerdos la noche. Y veo en la lejanía mi primera edición de Cien años de soledad, reescrita a mano, la portada repegada, aquellos tipos tan desparejos... Y La ciudad y los perros. O Rayuela. No podrán saber nunca los que opinan así del 'boom' (otra categoría más, añadida y postiza, posterior, casi póstuma) lo que el boom supuso de nuevo, de fresco, de gozo y fantasía, en aquella España que apenas si despegaba de los sesenta. Del gozo de leer.
Monge me replica que por entonces ya escribía Benet. Sí, claro, y Gonzalo Torrente Ballester (qué maravilla, su Saga-fuga..., me digo), y a Marsé la censura le prohibía Si te dicen que caí, publicada íntegra en México... Para acabar hablando de las elecciones y de un aspirante a Presidente -de allí, que del de aquí (qué lío, nadie entienda que me refiero al país que no es) no sabemos tampoco cómo va de lecturas- incapaz de recordar tres libros que le hayan dejado poso.
Pron se entretiene con la socióloga que lee a Coelho, y apenas si alcanzo a saludarlo. Unas palabras, pocas, para decirle que cuando leí sus relatos -los de El mundo sin las personas..., que me gustaron mucho, muy bien escritos, distintos- sentí ese mismo frío de la mujer que quiere ir a ver el pasar de los barcos por el canal.
Tan distintos, sí. No en balde han pasado más de cuarenta años desde que se nos contara que el padre del coronel Aureliano Buendía lo había llevado, una tarde remota, a conocer el hielo.
En la mesa, de bar, además de los autores, Lorenzo Ribaldi, que nos ha convocado allí para hablar de literatura y libros (él los hace, hermosos a la vista y al tacto -y honestos-, con su editorial, La Nuova Frontiera) y Chiara Muzzi, la mujer que ha traducido 'del español de México' al italiano Morire di memoria y hace esta noche del oficio de traductora un espectáculo fascinante.
Hablan -¿inevitable?- del boom, esa literatura 'escrita para extranjeros' que, al parecer, aparejó la injusticia sobrevenida de silenciar y dejar en el olvido a otros muchos buenos autores que escribían de otra manera, de esa sin pretensiones de ser la voz de una supuesta identidad latinoamericana.
Hablan y coinciden, y yo con ellos, de que toda literatura es afán de universalidad, de trascendencia de lo particular y local. Y Monge cita a Sócrates, el jugador de fútbol recién ido -que no están la noche ni los tiempos para otras filosofías-. 'No se juega para ganar, sino para ser recordados'.
Opiniones aparte, amena su charla y entretenida, ocurrente el argentino, más austero el mejicano. Y recuerdos y citas. Di Benedetto, Julio Ramón, Zambra y Palacios, García Márquez y Vargas Llosa, Felisberto Hernández. Rulfo. Y Walsh, la literatura con ética.
Para recuerdos la noche. Y veo en la lejanía mi primera edición de Cien años de soledad, reescrita a mano, la portada repegada, aquellos tipos tan desparejos... Y La ciudad y los perros. O Rayuela. No podrán saber nunca los que opinan así del 'boom' (otra categoría más, añadida y postiza, posterior, casi póstuma) lo que el boom supuso de nuevo, de fresco, de gozo y fantasía, en aquella España que apenas si despegaba de los sesenta. Del gozo de leer.
Monge me replica que por entonces ya escribía Benet. Sí, claro, y Gonzalo Torrente Ballester (qué maravilla, su Saga-fuga..., me digo), y a Marsé la censura le prohibía Si te dicen que caí, publicada íntegra en México... Para acabar hablando de las elecciones y de un aspirante a Presidente -de allí, que del de aquí (qué lío, nadie entienda que me refiero al país que no es) no sabemos tampoco cómo va de lecturas- incapaz de recordar tres libros que le hayan dejado poso.
Pron se entretiene con la socióloga que lee a Coelho, y apenas si alcanzo a saludarlo. Unas palabras, pocas, para decirle que cuando leí sus relatos -los de El mundo sin las personas..., que me gustaron mucho, muy bien escritos, distintos- sentí ese mismo frío de la mujer que quiere ir a ver el pasar de los barcos por el canal.
Tan distintos, sí. No en balde han pasado más de cuarenta años desde que se nos contara que el padre del coronel Aureliano Buendía lo había llevado, una tarde remota, a conocer el hielo.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
po
Competencias básicas
De humo blanco y gris
como la niebla
que nace abajo desde el río. Así
la humedad del hondo de mis huesos.
Fríos, cansados, yertos.
Ateridos.
Desde el Po crecido de avenidas
-‘ordo populusque taurinus ob…’-
hasta los mares secos de Castilla
[el tajo profundo y venerable,
vertical]
hacia allá la nostalgia del deseo.
Que no distingue ya si añoranza de lo ido
o tal vez
anticipo y cercanía, saudade,
de lo que está -¿quién sabe?- por venir.
(MGB, en Paisajes de diciembre)
De humo blanco y gris
como la niebla
que nace abajo desde el río. Así
la humedad del hondo de mis huesos.
Fríos, cansados, yertos.
Ateridos.
Desde el Po crecido de avenidas
-‘ordo populusque taurinus ob…’-
hasta los mares secos de Castilla
[el tajo profundo y venerable,
vertical]
hacia allá la nostalgia del deseo.
Que no distingue ya si añoranza de lo ido
o tal vez
anticipo y cercanía, saudade,
de lo que está -¿quién sabe?- por venir.
(MGB, en Paisajes de diciembre)
lunes, 5 de diciembre de 2011
domingo, 4 de diciembre de 2011
ivrea
Mujer delgada
Me he tragado la tierra y la he colocado
en mi vientre.
Me he tragado la luna y la he situado
en mi garganta.
¿Y me pides que sea delgada?
Soy la madre del mundo.
Pon tus manos en mis caderas
y siente la fuerza de Dios.
(Carmen Penim, en Cambio versos por champán, Torremozas, 2010)
Me he tragado la tierra y la he colocado
en mi vientre.
Me he tragado la luna y la he situado
en mi garganta.
¿Y me pides que sea delgada?
Soy la madre del mundo.
Pon tus manos en mis caderas
y siente la fuerza de Dios.
(Carmen Penim, en Cambio versos por champán, Torremozas, 2010)
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