Villa Lazzaroni como un refugio al sol en este suave y cálido fin de noviembre. Entre tejos y olivos, un viejo almendro. Abetos, pinos y árboles exóticos (¿capricho de nuevos ricos?), laureles y palmeras. El césped, de un verde intenso. Como los pájaros, que dan un toque frívolo y ruidoso a la serenidad de la tarde.
Madres con niños, alguna abuela. La joven que ofrece su espalda desnuda a la caricia del sol. Un padre que le enseña satisfecho a su hijo el olor y el nombre de la salvia.
En una pequeña lápida, a la entrada, se informa de que hubo allí -la hay- una escuela elemental y materna. Buen lugar, tranquilo y sosegado, para el oficio de maestro. O de maestra.
Jo, que envidia. Aquí un frio que pela. Metereológico y del otro.
ResponderEliminarTejos y olivos, almendros, abetos y pinos, laureles y palmeras. Verde intenso. Serenidad.
ResponderEliminar¿bello?